Este artículo acerca del sueño quiere recordar un proceso vital tan necesario como descuidado. Nuestras defensas ante las enfermedades, el buen funcionamiento de la mente, incluso nuestra vida, dependen de él.
Un tercio de nuestra vida la pasamos durmiendo, o por lo menos así solía ser hasta ahora. Los ciudadanos de principios del siglo XXI dormimos dos horas menos al día que nuestros antepasados de comienzos del XX. Claro que ellos no tenían luz eléctrica en todas las casas, y mucho menos una amplia oferta de actividades de ocio, entre las que destaca la televisión, que nos mantiene despiertos hasta altas horas de la madrugada. El hombre actual vive en una sociedad que no descansa en las 24 horas. Una pobre excusa si tenemos en cuenta que nuestros vecinos europeos gozan de las mismas comodidades que nosotros y se acuestan mucho antes. A los españoles nos gusta trasnochar y eso lo acabamos pagando.
La falta de sueño es la principal causa de accidentes de tráfico en nuestro país, con un 30 por ciento (por encima del alcohol), y de más de la mitad de los laborales. A ella se deben tragedias como la de Chernobyl y gran parte de las colisiones de autocares que más víctimas han causado en nuestro país. La mayoría de los accidentes de tráfico tiene lugar entre las dos y las cuatro de la madrugada y las dos y las cuatro de la tarde, periodos donde la somnolencia aumenta y la atención disminuye.
Cuando no dormimos bastante podemos poner en peligro nuestra vida y la de los demás en un accidente, pero también arriesgar nuestra salud. El sueño cumple una función imprescindible para el equilibrio de la mente y de los sistemas nervioso, endocrino e inmune. Sin esa labor reparadora puede aparecer la enfermedad.
Muerte por falta de sueño
La desorientación y el mal humor son sensaciones que casi todos experimentamos tras una noche en vela. Un café cargado puede paliar estos síntomas, pero si prolongamos la ausencia de sueño nada podrá evitar que nuestro sistema inmunológico se resienta y nos veamos más expuestos a las infecciones. La mente también se ve afectada. Una falta crónica de sueño provoca pérdida de concentración, para derivar en muchos casos en alucinaciones y psicosis. Finalmente, tras varias semanas sin dormir, sobreviene la muerte.
«Todos los estudios que se han hecho han demostrado que quienes sufren privación crónica del sueño tienen más probabilidad de ver afectados su memoria y su aprendizaje. También de padecer trastornos psicológicos; orgánicos, como modificaciones hormonales (por ejemplo, alteraciones en la menstruación), y digestivos, como úlceras gastroduodenales o SIBO», asegura el doctor Luis Domínguez, director de la Unidad del Sueño del Hospital Doce de Octubre, de Madrid.
El sueño está compuesto de dos fases: el lento, en el que las ondas cerebrales se ralentizan, y el sueño REM, de ondas rápidas. El primero está dividido, a su vez, en cuatro etapas, de menor a mayor profundidad en el sueño; pero es en el REM (siglas en inglés de Movimiento Rápido de los Ojos) donde tienen lugar la mayoría de las ensoñaciones con imágenes (o sueños).
Mientras dormimos, las dos fases se van alternando, aunque la duración de cada una de ellas cambia con la edad. Así, al nacer, la mitad del sueño es de tipo REM, para alcanzar el 20 por ciento desde los 3 ó 5 años. A partir de los 20, el sueño lento profundo (las etapas 3 y 4) disminuye hasta desaparecer, en la mayoría de los casos, al llegar a la vejez. De ahí los frecuentes desvelos en los ancianos. Sin embargo, el sueño REM se mantiene constante. Tan sólo decrece de manera importante en personas que sufren demencia.
Puesta a punto neuronal
Los neurólogos asemejan la fase REM a una puesta a punto de nuestras neuronas, a pesar de que no está clara la forma en que se lleva a cabo. Diversos estudios (aunque hay discrepancias) han detectado que en esta fase del sueño los patrones de actividad cerebral son similares al estado de vigilia, lo que hace sospechar a los científicos que durante el sueño, más que descansar, la mente refuerza sus conexiones neuronales. También se ha comprobado que quienes duermen bien pueden realizar mejor las tareas aprendidas el día anterior.
Estos hallazgos han permitido deducir que la fase REM está relacionada no sólo con la consolidación del aprendizaje, sino también con la organización de la memoria, eliminando lo inservible y estructurando el resto, como un disco duro de ordenador que se formateara y se volviera a grabar. Cuando no dejamos que este proceso se lleve a cabo se entorpece el pensamiento lógico, perdemos reflejos y alteramos nuestro humor.
Para que un sueño pueda considerarse reparador necesita de todas las fases, advierte el doctor Domínguez: «El sueño REM es muy importante, es la fase en la que el cerebro está más activo, es cuando se fija la memoria; pero también es fundamental la no REM. Los pacientes con apnea del sueño, que sufren paradas respiratorias durante las dos fases, descansan mal y muestran sueño excesivo durante el día».
En el sistema inmune el proceso es similar al que tiene lugar con las neuronas. Durante el sueño profundo se segregan hormonas, como los muramilpétidos, vitales para el organismo, ya que renuevan los tejidos y fortalecen las defensas, al tiempo que eliminan los productos secundarios del metabolismo muscular.
Todavía no se conocen todas las funciones del sueño, ni siquiera por qué su privación conduce a la muerte, pero sí que se han detectado muchos de los cambios corporales que tienen lugar durante el mismo, desde la temperatura a la respiración o a la frecuencia cardiaca, entre otros.
Un estudio de la Universidad de Chicago, en Estados Unidos, comprobó en un grupo de voluntarios sometidos a largos períodos en vela que la tolerancia a los carbohidratos se ralentizaba y la secreción y la respuesta a la insulina descendía un 30 por ciento, tal como ocurre en las etapas iniciales de la diabetes mellitus tipo 2. También se observaron cambios en el sistema nervioso. Según los autores del trabajo, suprimir horas de sueño tiene un efecto similar a un envejecimiento prematuro y puede provocar en la persona un estado prediabético. Además, podría desencadenar la hipertensión y la obesidad.
Efectos secundarios
El sueño también tiene efectos secundarios. El más importante de ellos es la apnea, enfermedad que se caracteriza por paradas intermitentes en la respiración. Las consecuencias de este trastorno pueden variar desde el ronquido a la hipertensión o el infarto, especialmente en obesos. «Resulta muy frecuente en la población y es necesario diagnosticarlo y tratarlo», advierte el doctor Julio Artieda, director de Neurofisiología Clínica de la Universidad de Navarra. Las apneas del sueño pueden ser detectadas por el propio paciente o por su acompañante. «Son grandes roncadores de noche y muchas veces se dan cuenta ellos mismos de que se quedan sin respiración porque se despiertan sobresaltados, ya que les falta aire», añade.
Las Unidades del Sueño, como la que dirige el doctor Artieda en la Clínica Universitaria de Navarra, se encargan de estudiar éste y otros trastornos sometiendo a los pacientes a diferentes pruebas diagnósticas mientras duermen. La mayoría de ellos tienen solución. Los dispositivos más usados para el correcto diagnóstico de la apnea del sueño son el oxímetro de dedo y el electrocardiograma.
Natalia González
Equipo Verdisa
Equipo Prensa Portal Red Salud