Nutricionista alerta sobre los efectos del consumo prolongado de este contaminante y entrega recomendaciones prácticas para reducir su impacto en la salud.
El arroz es un alimento básico para millones de personas en todo el mundo y forma parte esencial de la dieta diaria en Chile. Sin embargo, un estudio reciente de la Universidad de Columbia alertó sobre un posible aumento en los niveles de arsénico absorbidos por este cereal, producto de cambios químicos en el subsuelo provocados por el cambio climático.
Esta situación podría representar un riesgo sanitario si no se toman medidas preventivas. Ante este escenario, el académico de la carrera de Nutrición y Dietética de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (UCSC), Juan Pablo Amaya, entrega antecedentes clave para comprender el fenómeno y orienta su manejo desde una perspectiva alimentaria.
“La presencia de arsénico en el arroz es variable y depende de múltiples factores: el lugar de origen del grano, el tipo de arroz, el agua utilizada para su cultivo, el uso histórico de pesticidas en el terreno e incluso aspectos domésticos como la cantidad de agua usada durante la cocción”, explica el especialista.
Esta variabilidad no debe subestimarse, ya que el arsénico ha sido vinculado a enfermedades cardiovasculares, respiratorias, distintos tipos de cáncer y alteraciones en la función cognitiva. Por esta razón, las autoridades sanitarias han establecido límites máximos permitidos de arsénico inorgánico en el arroz. En Chile, el Reglamento Sanitario de los Alimentos fija un tope de 0,20 mg por kilogramo en el arroz pulido, mientras que en Estados Unidos, la FDA establece un límite aún más estricto de 0,10 mg/kg para el arroz destinado a la alimentación infantil.
“Estas regulaciones buscan garantizar un consumo seguro, pero también hacen necesario que la población conozca y aplique prácticas adicionales para reducir la exposición”, añade Amaya. Entre las recomendaciones, el académico sugiere lavar el arroz varias veces o dejarlo en remojo antes de cocinarlo, utilizar abundante agua durante la cocción y desechar el líquido restante. “Estas técnicas ayudan a reducir el contenido de arsénico, aunque también pueden disminuir nutrientes como vitaminas del complejo B y ciertos minerales, por lo que deben aplicarse con equilibrio”, advierte.
Respecto a su conservación, el especialista señala que el arroz crudo debe almacenarse en un lugar fresco, seco y protegido de la luz, idealmente en envases herméticos. En tanto, el arroz cocido debe refrigerarse a un máximo de 5 °C y consumirse en un plazo no superior a tres días, para prevenir la proliferación de microorganismos perjudiciales.
Amaya enfatiza que la clave está en la diversificación alimentaria: “Una dieta equilibrada, que incorpore distintos tipos de cereales y alimentos, es fundamental para reducir riesgos. No se trata de eliminar el arroz, sino de consumirlo de forma informada y responsable, como parte de un estilo de vida saludable”.