Se trata del Aspergillus, un género de hongos comúnmente presente en el aire, el suelo e incluso en el cuerpo humano, que podría convertirse en una seria amenaza sanitaria.
Un nuevo estudio ha encendido las alertas globales: el Aspergillus, un género de hongos comúnmente presente en el aire, el suelo e incluso en el cuerpo humano, podría convertirse en una seria amenaza sanitaria. Investigadores de la Universidad de Manchester advirtieron que, bajo escenarios de aumento de temperatura global entre 2,6°C y 3,1°C, especies como A. fumigatus, A. flavus y A. niger tendrían condiciones óptimas para propagarse por Europa y América del Norte.
La preocupación no es solo futura. En mayo de este año, Chile registró dos casos de aspergilosis pulmonar en el Hospital El Pino de San Bernardo, lo que obligó al cierre temporal de pabellones de cuidados intensivos y puso en evidencia los riesgos que plantea este tipo de infecciones fúngicas.
El Aspergillus agrupa cerca de 600 especies, muchas de ellas inofensivas, pero algunas pueden generar cuadros graves al ingresar al organismo por vía respiratoria. Las infecciones más severas afectan pulmones, sistema nervioso central y otros órganos vitales. En palabras del doctor Norman van Rhijn, autor principal del estudio, estas esporas microscópicas que flotan en el aire son “extremadamente difíciles de detectar” y se vuelven cada vez más resistentes a los tratamientos médicos actuales. “La realidad ya es suficientemente aterradora”, advirtió el investigador, al ser consultado por las similitudes con la serie “The Last of Us”.
El impacto global ya es tangible. Se estima que la aspergilosis invasiva provoca cerca de 1,8 millones de muertes cada año. La resistencia a los antimicóticos -principal herramienta terapéutica disponible- agrava el panorama y deja a médicos con opciones limitadas para enfrentar los casos más severos.
Desde el Instituto Milenio de Biología Integrativa (iBio), su director, el doctor Luis Larrondo, subrayó la necesidad urgente de ampliar el conocimiento sobre el mundo fúngico. “Los hongos no solo son claves en biotecnología, o para los ecosistemas y el ciclo del carbono, también representan un desafío creciente para la salud humana. Estudiarlos es vital para prevenir futuras crisis sanitarias”, afirmó.
Además, investigaciones recientes han demostrado que las redes subterráneas de hongos, conocidas como micorrizas, desempeñan un rol esencial en la regulación del clima. Estas estructuras naturales capturan y almacenan más de 13 millones de toneladas de dióxido de carbono al año, convirtiéndose en aliadas estratégicas en la lucha contra el calentamiento global. “Estos hongos no solo ayudan a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, sino que también son esenciales para la salud del suelo y la resiliencia de los ecosistemas. Cambios drásticos en el clima pueden llevar a alteraciones en sus funciones ecosistémicas, agrabando aun más la crisis climática”, explicó Larrondo.
Frente a esta doble amenaza -sanitaria y climática- el iBio hace un llamado a fortalecer la investigación científica, aumentar la inversión en biotecnología fúngica y adoptar políticas públicas que integren el conocimiento microbiológico en la gestión ambiental y de salud. “Ignorar a los hongos sería un error estratégico. Están entre nosotros, afectan nuestra salud, modelan nuestros suelos y pueden ser una gran solución, pero también una importante amenaza”, concluyó el director del instituto.