Nutrir el futuro: una tarea de todos

Nutrir el futuro

Por: Youmi Paz, doctora en Nutrición y Alimentos

La obesidad se ha convertido en una epidemia silenciosa que está transformando la salud en el continente americano. Actualmente, el 67.5% de los adultos y un 37.6% de los niños y adolescentes entre 5 y 19 años viven con sobrepeso u obesidad1. Más alarmante aun es que, si el aumento de estas condiciones persiste, para 2030 se proyecta que el 73.2% de los adultos estará afectado

Chile no es la excepción. Más de la mitad de los escolares vive con sobrepeso y obesidad, según el último Mapa Nutricional de Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas (JUNAEB). Este dato, sumado a que el 42% de los adultos del país presenta obesidad, nos demuestra que enfrentamos un desafío estructural que comienza en la infancia y se perpetúa en la vida adulta, comprometiendo el bienestar y el desarrollo nacional.

Estas cifras no son solo estadísticas: representan una amenaza latente que incrementa el riesgo de enfermedades crónicas como hipertensión y diabetes, y que exige medidas urgentes. La magnitud del problema lo convierte en una crisis de salud pública que no se pueden seguir ignorando.

Esta realidad trasciende el peso en la balanza. Afecta el crecimiento integral, el bienestar emocional y mental, y eleva el riesgo de enfermedades graves desde edades tempranas. Limita el potencial de niños y niñas y, por extensión, el capital humano que sustenta el futuro de Chile.

No solo se trata de comer en exceso, sino de qué alimentos incluimos en nuestras comidas. En la dieta de muchos niños escasean las proteínas de alta calidad, fundamentales para el crecimiento y la sensación de saciedad, mientras que predominan las grasas, los azucares añadidos y los alimentos carentes de nutrientes esenciales. Esta combinación, junto con la insuficiente educación nutricional en hogares y escuelas, tanto a padres como a infancias y adolescencias, genera un entorno en el que las decisiones saludables y la nutrición son la excepción, mas no la regla.

Sin embargo, la responsabilidad no puede recaer únicamente en las familias. Es imperativo que, como sociedad, avancemos en políticas públicas que prioricen la prevención, fortalezcan la formación continua de los profesionales de la salud y promuevan la educación nutricional en todos los espacios, pues son los expertos y trabajadores del área médica quienes pueden entregar recomendaciones acertadas para contrarrestar esta problemática que, evidentemente, es multifactorial.

Si bien es imperativo abordar esta situación con una estrategia que comience en el hogar, aún más importante es hacerlo de la mano con especialistas que estén en constante actualización de sus conocimientos. La ciencia no es estática y, día a día, surgen nuevos hallazgos que amplían nuestra comprensión sobre la salud y la nutrición. Contar con profesionales actualizados permite traducir esos avances en recomendaciones prácticas y seguras, capaces de generar cambios reales en los hábitos de las personas y en la construcción de una sociedad más saludable.

Así, los espacios de corte académico, como los simposios, foros, y congresos, tales como el XIII Congreso Internacional de Avances en Nutrición, que se realizó en Santiago, Cuzco y Lima a fines de septiembre, permiten el acercamiento con expertos, sino también compartir evidencias recientes y promover el intercambio de conocimientos que fortalecen la práctica profesional. Estos encuentros no solo actualizan a la comunidad científica, sino que también impulsan la creación de soluciones innovadoras para los desafíos nutricionales del país, consolidando un compromiso colectivo con la salud y el bienestar de la población. 

Mejorar la alimentación de nuestros niños es más que un deber, es una responsabilidad compartida y una inversión estratégica en el capital humano y en el futuro de Chile y de toda la región. El conocimiento, la evidencia científica deben convertirse en pilares fundamentales en la construcción de hábitos, programas y políticas que verdaderamente trasciendan y logren un impacto a largo plazo. Solo así podremos garantizar un desarrollo verdaderamente sostenible en el tiempo que beneficie a estas y próximas generaciones.

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