Santo Tomás busca concientizar sobre el rol fundamental de la academia y sus aportes en la prevención de alarmantes temáticas, como la alta tasa de suicidios en la Región.

En las últimas semanas, Iquique ha sido escenario de una serie de suicidios. Los casos —dos de ellos vinculados a jóvenes estudiantes— han provocado una profunda conmoción en la comunidad local y preocupación en las autoridades, que reconocen un escenario crítico y la necesidad urgente de fortalecer las estrategias de prevención en salud mental.

A nivel nacional, las cifras son igualmente alarmantes: Chile mantiene una de las tasas de suicidio más altas de Sudamérica, con 10,3 muertes por cada 100 mil habitantes, superando incluso a los homicidios, según información del Ministerio de Salud. Cada día se registran cinco suicidios y más de veinte intentos frustrados.

En esta línea, el psicólogo Carlos Figueroa, académico de la UST Iquique y Magíster en Ciencias Sociales de la U. de Chile, plantea que el suicidio no puede entenderse únicamente como un problema personal, sino como el reflejo de un malestar estructural y relacional. Destacando que “vivimos en un contexto donde la hiperproductividad, la individualización y la falta de espacios de encuentro profundizan ese vacío. “La vulnerabilidad no es bien vista, y nos lleva a ocultar el sufrimiento”, añade.

RECONOCER SEÑALES Y FORTALECER REDES

Por su parte, la Psicóloga Clínica, titulada de UST Santiago, Coach y Máster en PNL, Camila Opazo advierte que muchas veces el entorno no logra detectar a tiempo las señales de alerta. “La persona puede no decir directamente que quiere morir, pero sí mostrar signos como cambios emocionales bruscos, aislamiento, apatía, alteraciones del sueño o apetito y/o abandono del autocuidado. No es una señal la que define el riesgo, sino la suma de varias”.

Enfatiza en que los procesos que pueden conducir al suicidio no ocurren de un día para otro, sino que suelen surgir del dolor emocional acumulado, la sensación de fracaso o soledad, o el agotamiento mental que impide proyectarse al futuro.  En esa secuencia, dice, hay una etapa crítica cuando se alcanza una calma aparente: “Puede ser el momento en que la persona ya ha tomado la decisión de atentar contra su vida”.

Ambos especialistas coinciden en que la prevención debe comenzar mucho antes de la crisis. Para Opazo, es fundamental educar emocionalmente desde la infancia, enseñar a nombrar las emociones, pedir ayuda y validar el malestar. Además, subraya que los entornos educativos pueden transformarse en espacios de contención, promoviendo el autocuidado real y redes de apoyo empáticas: “Cuando hay docentes, compañeros o familias que escuchan y no juzgan, se activa el mayor factor protector que existe: sentirse acompañado”. Figueroa, por su parte, advierte que el concepto de “autocuidado” no debe reducirse a una responsabilidad individual. “La salud mental se construye en comunidad. Nos regulamos con otros, en vínculos de confianza, diálogo y reconocimiento mutuo”.

LA ACADEMIA COMO AGENTE SOCIAL

Concuerdan en que el rol de la academia es trascender el aula y comprometerse activamente con las realidades sociales y territoriales. “La Universidad no solo forma profesionales; tiene la responsabilidad de reflexionar críticamente sobre los fenómenos sociales y aportar evidencia para la acción pública”, sostiene Figueroa. En ese sentido, propone fortalecer la vinculación con establecimientos educativos que no cuentan con protocolos después de una muerte por suicidio. “Diseñar y aplicar estos protocolos antes de que ocurran crisis permite reducir el estigma, contener el daño y cuidar la continuidad de la vida cotidiana”.

Opazo complementa esta visión destacando la importancia de programas comunitarios permanentes y sostenidos: “La prevención del suicidio no puede ser reactiva. Debe ser un acompañamiento estable, que eduque, escuche y contenga. No es tarea de una persona, sino de toda una sociedad que decide cuidar la vida”.

Desde Santo Tomás Iquique, el llamado es claro: hablar de salud mental es hablar de humanidad. Romper el silencio, reconocer las señales y fortalecer los lazos comunitarios son pasos esenciales para transformar la preocupación en acción y conciencia colectiva.

Christyn Molina Zúñiga

Directora de Comunicaciones y Extensión

Santo Tomás Iquique

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Equipo Prensa
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