Octubre nos invita a reflexionar sobre la importancia de acompañar a las personas mayores no solo en sus necesidades físicas, sino también en su bienestar integral. Desde la perspectiva de la enfermería y la gerontología, el envejecimiento no debe entenderse como una etapa de pérdida, sino como un proceso natural que, con los apoyos adecuados, puede vivirse con plenitud, autonomía y sentido.

El bienestar de este grupo etario depende de múltiples dimensiones interrelacionadas: la salud física, mental, emocional y social. Realizar controles médicos regulares, adherirse a los tratamientos y mantener una alimentación equilibrada rica en frutas, verduras, proteínas magras y líquidos suficientes, es clave para conservar la funcionalidad y prevenir enfermedades.

La práctica de ejercicio físico adaptado —como caminatas, estiramientos o talleres de movimiento— fortalece la fuerza muscular, la flexibilidad y la coordinación, previniendo caídas y promoviendo la independencia.

Asimismo, el contacto social, la participación en espacios comunitarios y el aprendizaje continuo, estimulan la memoria y evitan el aislamiento, elementos esenciales para la estabilidad emocional.

La prevención es una herramienta fundamental para una vejez saludable. Detectar tempranamente enfermedades crónicas como hipertensión, diabetes u osteoporosis, permite mantener la autonomía y una buena calidad de vida. A esto se suman los chequeos periódicos —auditivos, visuales, odontológicos y nutricionales—, junto con la vacunación y la educación en salud, que fortalecen el autocuidado y empoderan a las personas mayores como protagonistas de su bienestar.

Pequeños hábitos cotidianos pueden generar grandes beneficios: dormir bien, conservar horarios regulares, evitar el consumo excesivo de sal, azúcares y alcohol, y realizar pausas activas. Del mismo modo, la estimulación cognitiva mediante la lectura, los juegos de memoria o la participación en actividades culturales, favorece las funciones mentales y da sentido a la cotidianidad. Cuidar el entorno doméstico —garantizando buena iluminación, espacios seguros y ausencia de obstáculos— también contribuye al bienestar físico y mental.

La familia, comunidades y los equipos de salud, son pilares del bienestar en la vejez. Escuchar, acompañar y valorar la experiencia vital de cada persona, fortalece la autoestima y el sentido de pertenencia. Fomentar la participación, respetar sus decisiones y reconocer su aporte a la sociedad, son acciones que promueven un envejecimiento digno, activo y feliz.

Desde la disciplina de la enfermería, el compromiso es acompañar con respeto, empatía y conocimiento técnico a quienes han construido nuestra sociedad. Cuidar en esta etapa implica mirar a la persona en su totalidad, comprender su historia y reconocer sus capacidades.

El llamado es a entender que el cuidado de las personas mayores no es solo una tarea sanitaria, sino también un deber humano y social. Envejecer con salud es posible cuando la prevención, el acompañamiento y el afecto, se entrelazan en la vida cotidiana.

Sofía Pérez Académica Escuela de Enfermería Universidad de Las Américas.

 

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