- Estudios nacionales confirma la expansión del consumo de marihuana y tranquilizantes sin receta entre adolescentes, junto al ingreso de sustancias emergentes como el fentanilo.
- La directora terapéutica del Centro Walnut, Ps. Roxana Vega, advierte que la curiosidad y búsqueda de identidad de los jóvenes, sumadas a su baja percepción de riesgo, aumentan su vulnerabilidad.
– Expertos internacionales y autoridades de salud señalan que la prevención y la educación temprana son claves para reducir daños y evitar un aumento de casos graves.
Chile enfrenta un desafío creciente en salud pública debido a los patrones de consumo de drogas entre adolescentes y jóvenes, que reflejan tendencias globales y muestran la aparición de sustancias cada vez más peligrosas y difíciles de detectar.
Según datos del Observatorio Chileno de Drogas en 2025, la marihuana sigue siendo la droga ilícita más consumida entre los estudiantes, con una prevalencia anual del 19,1%, mientras que los tranquilizantes sin receta se consolidan como una de las principales sustancias de inicio, en paralelo al avance de drogas sintéticas como el éxtasis, cannabinoides artificiales y opioides potentes como el fentanilo.
Estos patrones se enmarcan en un contexto global que muestra un aumento sostenido del consumo de drogas.
El Informe Mundial sobre Drogas 2025 de la UNODC estima que 316 millones de personas consumieron drogas ilícitas en 2023, el 6% de la población mundial entre 15 y 65 años, frente al 5,2% registrado en 2013. El cannabis continúa siendo la sustancia más usada a nivel mundial, con 244 millones de consumidores, mientras que los opioides suman 61 millones de usuarios, las anfetaminas 30,7 millones, la cocaína 25 millones y el éxtasis 21 millones. El consumo de cocaína ha registrado el crecimiento más notable en volumen, penetrando mercados de Sudamérica y mostrando potencial de expansión en Chile.
En el país, los datos de SENDA confirman que, además de la marihuana, los tranquilizantes sin receta alcanzaron un 10,3% de uso entre los jóvenes en 2023, superando incluso a otras sustancias tradicionales. Este fenómeno preocupa a los especialistas, ya que muchos adolescentes perciben estos fármacos como “seguros” por su origen farmacéutico, ignorando los riesgos de dependencia, intoxicación y policonsumo, especialmente cuando se combinan con alcohol u otras drogas.
“El acceso a sustancias a través de entornos escolares y digitales ha transformado el modo en que los jóvenes se enfrentan a estas decisiones, incrementando la vulnerabilidad y los riesgos de consumo problemático”, señaló Roxana Vega, directora terapéutica del Centro Walnut. “Además, la normalización del consumo de marihuana y tranquilizantes reduce la percepción de riesgo, lo que aumenta la probabilidad de experimentar con mezclas y nuevas sustancias”.
El consumo de cocaína alcanza el 2,5% de los estudiantes, mientras que la pasta base se ubica en 1,8%. El éxtasis y los alucinógenos como el LSD, aunque presentes en menor proporción —1,2% y 1,6% respectivamente—, muestran facilidad de acceso en contextos recreativos, especialmente en fiestas electrónicas y eventos masivos, lo que genera señales de alerta en salud pública. Los estimulantes sin receta, utilizados para mejorar el desempeño académico, se mantienen en 1,4%, con reportes de aumento en ciertos segmentos de adolescentes y universitarios.
“Una de las adicciones más complejas que he acompañado es la dependencia a opiáceos, especialmente al tramadol, debido a su alta capacidad adictiva y al complejo síndrome de abstinencia. La llegada del fentanilo a nuestro país sería, sin duda, una catástrofe para la salud pública, por lo que es urgente reforzar prevención y legislación”, complementó el terapeuta del Centro, Daniel Pinto.
Asimismo, las nuevas drogas psicoactivas (NPS), incluidos los inhalables adulterados, cannabinoides sintéticos y ciertos medicamentos psiquiátricos adquiridos vía digital, presentan riesgos emergentes. Aunque su uso no es masivo, su circulación en entornos urbanos y escolares, sumada a la baja percepción de peligro, incrementa el riesgo de intoxicación, dependencia y daños neurológicos a largo plazo.
Nuevos riesgos y el auge del fentanilo
El fentanilo, opioide sintético entre 50 y 100 veces más potente que la morfina y hasta 50 veces más que la heroína, se ha convertido en una preocupación creciente en América Latina. Se presenta en diversas formas —polvo, líquidos, parches, comprimidos sublinguales y tabletas que imitan medicamentos recetados— lo que facilita su tráfico y consumo accidental. Su detección es compleja, ya que frecuentemente se mezcla con otras drogas como cocaína, éxtasis o analgésicos falsificados.
Los signos de alerta incluyen pastillas desconocidas, polvos, papeles impregnados, golosinas inusuales y aerosoles nuevos. Entre los efectos del consumo destacan somnolencia intensa, confusión, mareos, constricción pupilar, dificultad respiratoria y, en casos graves, coma y paro respiratorio. La OMS advierte que el aumento de muertes por sobredosis de fentanilo ilícito constituye una crisis global y recomienda educación para identificar signos de consumo, acceso a naloxona y capacitación en actuación frente a emergencias.
El auge del fentanilo y de drogas sintéticas coincide con un aumento del consumo de productos de vapeo con nicotina y derivados del cannabis, como el delta-8 THC. Su fácil acceso, presentaciones discretas y percepción errónea de menor riesgo han impulsado su popularidad entre adolescentes, mientras que el consumo de cigarrillos tradicionales sigue disminuyendo. De manera paralela, los estimulantes de prescripción, conocidos como “study drugs”, registran un incremento entre estudiantes que buscan mejorar su rendimiento académico, exponiéndose a dependencia y efectos secundarios graves.
Solo una de cada 12 personas con trastorno por consumo de drogas recibe tratamiento a nivel global, lo que evidencia una brecha asistencial preocupante. En Chile, los expertos destacan que los programas escolares y sanitarios no siempre están preparados para enfrentar la rápida mutación del mercado de drogas sintéticas y digitales, que circulan frecuentemente fuera de los canales de control tradicionales.
El tráfico de videos, desafíos y recomendaciones sobre consumo a través de redes sociales representa un canal creciente de exposición. Esto incrementa la probabilidad de experimentación con drogas emergentes, sobre todo entre adolescentes vulnerables o con acceso limitado a información confiable.
Prevención, educación y el rol de la familia
Ps. Roxana Vega enfatiza que la prevención debería comenzar en el hogar desde los primeros años de vida. La educación en autocuidado y autoestima refuerza la personalidad emergente, mientras que la educación formal, desde pre kínder hasta la adolescencia, debe enseñar sobre la salud física y mental, así como los efectos nocivos de sustancias presentes en el mercado.
“Es fundamental dialogar sin juzgar, generar confianza y enseñar a los jóvenes a reconocer riesgos. Lo más importante —y desafiante para los padres— es ser modelos de autocuidado e informarse sobre la venta y consumo de drogas. La prohibición estricta sin acompañamiento puede aumentar la curiosidad y la exposición a sustancias peligrosas”, señala Vega.
Entre las medidas recomendadas están fortalecer la comunicación empática, observar cambios de conducta, conocer los entornos sociales y digitales, promover autoestima y habilidades de resistencia frente a la presión de pares. La alfabetización digital es crucial, dado que muchas drogas emergentes se comercializan por internet o llegan mediante retos virales en redes sociales.
El Centro Walnut, con sede en el norte de Santiago, trabaja desde hace más de una década en prevención, diagnóstico y tratamiento de adicciones. Su equipo multidisciplinario —psicólogos, psiquiatras, terapeutas ocupacionales y especialistas en intervención familiar— ofrece programas adaptados a distintas etapas del desarrollo y niveles de consumo, además de capacitaciones comunitarias y proyectos educativos para reducir riesgos asociados al consumo problemático en adolescentes y jóvenes.
Vega subraya que la prevención es una tarea colectiva: “Si todas las familias están sensibilizadas y conectadas desde la infancia en el autocuidado y el valor de quererse, los riesgos de consumo en los jóvenes disminuirían significativamente. Con información confiable, acompañamiento profesional y campañas adaptadas al lenguaje de los estudiantes, es posible reducir riesgos y evitar que estas tendencias se conviertan en una crisis sanitaria mayor”.
Expertos coinciden en que la coordinación entre políticas públicas, escuelas, familias y centros especializados será clave para frenar el avance de nuevas drogas. La combinación de marihuana, tranquilizantes, drogas sintéticas y opioides como el fentanilo representa un desafío urgente para Chile, que requiere actualizar sus estrategias de prevención, detección temprana y tratamiento, integrando educación, salud y tecnología digital (Por: Luis Francisco Sandoval. Agencia Sandoval & Meirovich Comunicaciones)
























