Santiago, 10 de diciembre de 2025.- Cada año, el Día de los Derechos Humanos nos invita a reflexionar sobre la dignidad, la igualdad y el acceso a condiciones básicas para una vida plena. En ese marco, hablar de salud menstrual no es un tema accesorio: es hablar de derecho a la salud, a la información, a la educación y a participar en la vida cotidiana sin barreras. Aunque forma parte de la experiencia de millones de niñas, adolescentes y mujeres, la menstruación todavía se vive muchas veces desde el silencio, la vergüenza y la falta de información, como si no estuviera plenamente vinculada al ejercicio de derechos tan fundamentales como la salud, la educación y la participación en la vida cotidiana.

En Chile, esta brecha entre la menstruación y el ejercicio efectivo de los derechos se expresa de manera concreta. Más del 60% de las mujeres considera que los temas asociados a la menstruación son de interés público y deberían abordarse con mayor frecuencia y naturalidad, mientras que un 9% declara sentirse insegura durante la menstruación, principalmente por el temor a manchas en público y la dificultad de conversar abiertamente sobre el tema. Así lo revela el “Estudio de la mujer chilena” realizado por Essity, empresa líder en higiene y salud.

Pese a estas brechas, existe una señal alentadora: hoy hay una mayor conciencia de que hablar de menstruación es parte del bienestar y no un tema que deba mantenerse en la esfera de lo privado. Cuando hay información oportuna, educación y entornos que acompañan, las experiencias efectivamente cambian: disminuye la inseguridad, se comienza a cuestionar el dolor que por años se asumió como normal y se fortalece la autonomía. Abrir esta conversación no solo impacta en la calidad de vida de quienes menstrúan; también contribuye a construir una sociedad más informada, empática y coherente con la idea de que la dignidad se ejerce en lo cotidiano.

En esa línea, los datos sugieren que la mayoría de las mujeres hoy vive la menstruación como un proceso natural, y que la vergüenza y la inseguridad, aunque persisten, se concentran en un grupo minoritario. Siete de cada diez chilenas creen que este tema debería conversarse con mayor naturalidad, y nueve de cada diez consideran clave el autocuidado íntimo, lo que refuerza la idea de que información, educación y diálogo no solo previenen riesgos, sino que también fortalecen la autonomía y el bienestar, según el mismo estudio.

Desde una mirada de derechos humanos, este avance cultural no puede descansar solo en las personas. Hoy existe consenso en que el acceso a la salud, la higiene y la información son derechos fundamentales, y que su garantía no recae únicamente en los Estados. Las empresas también tienen una responsabilidad en cómo sus decisiones, procesos y mensajes impactan en la dignidad, la seguridad y el bienestar de las personas.

Resulta especialmente relevante observar cómo las empresas del ámbito de la salud y la higiene asumen ese rol en la práctica. Essity, por ejemplo, ha alineado su gestión a marcos internacionales como los Principios Rectores sobre Empresas y Derechos Humanos de las Naciones Unidas, es parte del Pacto Global de las Naciones Unidas y adhiere a estándares como los de la OIT y la OCDE. Más allá de los productos, este enfoque instala una pregunta de fondo sobre cómo la industria incide en el ejercicio cotidiano de los derechos.

Avanzar en salud menstrual no es únicamente una cuestión de bienestar individual, sino un desafío colectivo ligado a derechos fundamentales. Contar con información, productos adecuados y entornos de acompañamiento permite que más mujeres vivan este proceso con mayor seguridad y autonomía. Porque informar no es solo visibilizar: es habilitar experiencias más dignas.

 

Palmira Camargo, VP de Comunicación Corporativa, CGA para Essity

 

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