En 1 de noviembre, una fecha que se asocia con la conmemoración de los seres queridos fallecidos, cabe reflexionar sobre el duelo, esa experiencia de pérdida que todos enfrentamos en algún momento, impacta profundamente no solo a quienes lo viven, sino también a quienes acompañamos desde espacios clínicos, siendo también parte de esta vivencia universal.
Desde la psicología, entendemos el duelo como un proceso natural, aunque doloroso. Requiere tiempo, reflexión y sostén para reconfigurar la vida con la ausencia que nos acompaña. Sin embargo, no todo duelo transcurre de forma fluida. A veces, la fantasía de conservar lo perdido nos inmoviliza, dando paso a un duelo patológico, donde el dolor no disminuye, la identidad se ve amenazada y la vida emocional se detiene.
En estos casos, es fundamental consultar a un/a psicólogo/a. También cuando se evita hablar de lo ocurrido, hay retraimiento o conductas de riesgo. La intervención profesional puede ofrecer contención y transformación del dolor.
El entorno cercano también es clave: acompañar sin invadir, escuchar sin juzgar, validar sin apurar. A veces, simplemente estar es suficiente. Ritualizar el recuerdo en fechas significativas también ayuda a resignificar la pérdida.
Pamela Oyarzún Díaz.
Académica Psicología y CAPSI U. Andrés Bello, sede Viña del Mar
 
            























