En noviembre se conmemora el Día Mundial de la Prematuridad, una fecha que busca visibilizar la realidad de más de 15 millones de bebés que nacen prematuros cada año a nivel global. En la región de las Américas, la prematuridad afecta a 1,2 millones de recién nacidos, y continúa siendo la principal causa de muerte neonatal, según la OPS/OMS.

Chile no está ajeno a esta realidad: cerca del 10% de los nacimientos corresponden a bebés prematuros, lo que equivale a más de 11.000 niñas y niños cada año. De ellos, cerca de 1.500 son prematuros extremos (menos de 32 semanas), el grupo con mayor riesgo y complejidad clínica.

Los avances de la neonatología han permitido mejorar significativamente la sobrevida, especialmente en los prematuros de muy bajo peso. Hace dos décadas, un bebé de 28 semanas tenía una probabilidad de sobrevida cercana al 50%; hoy esta cifra supera el 85% en centros de alta complejidad del país. Tecnologías como la ventilación no invasiva —que ayuda a los bebés a respirar sin necesidad de intubarlos—, la neuroprotección con hipotermia terapéutica, que consiste en bajar cuidadosamente la temperatura del recién nacido para proteger su cerebro después de una lesión, y el monitoreo neurológico avanzado, que permite vigilar en tiempo real la actividad cerebral para actuar a tiempo, han cambiado el pronóstico de cientos de recién nacidos cada año.

Pero uno de los mayores avances no ha sido solo tecnológico, sino humano. El cuidado centrado en la familia ha transformado la forma de acompañar a los prematuros: el contacto piel con piel reduce la mortalidad hasta en un 25%, la lactancia materna mejora el neurodesarrollo y reduce infecciones graves, y la presencia continua de los padres disminuye el estrés tóxico y favorece la estabilidad cardiorrespiratoria. Chile ha incorporado progresivamente estas prácticas, alineándose con las recomendaciones de la OPS/OMS.

En paralelo, políticas públicas como los programas de Retinopatía del Prematuro, Displasia Broncopulmonar, Prematuros Extremos y el seguimiento del prematuro de alto riesgo, han contribuido a mejorar la equidad y continuidad del cuidado. Asimismo, iniciativas como la Ley Dominga han introducido un enfoque respetuoso y de derechos en la atención perinatal, incluyendo situaciones de duelo.

No obstante, persisten desafíos relevantes: ampliar la disponibilidad de personal interdisciplinario especializado, fortalecer el acompañamiento familiar en todas las unidades neonatales del país, mejorar la infraestructura para favorecer el apego continuo, y reforzar la salud mental perinatal como componente esencial del cuidado.

Bajo el lema 2025 de la Organización Panamericana de Salud, “Brindar a los bebés prematuros un buen comienzo para un futuro esperanzador”, este día invita a renovar el compromiso con la vida, la equidad y la humanización del cuidado. Cada paso adelante —tecnológico, clínico o humano— no solo mejora la sobrevida, sino que abre la posibilidad de un futuro más justo para los niños y niñas que comienzan su vida enfrentando los mayores desafíos.

María José Benavides Directora Carrera de Obstetricia y Puericultura Universidad de Las Américas

 

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