SALUD MENTAL: LA ANSIEDAD ABRE LA PUERTA DE LAS ADICCIONES

SALUD MENTAL: LA ANSIEDAD ABRE LA PUERTA DE LAS ADICCIONES

Vivimos en una sociedad que corre. Corre sin parar, sin pausa, sin escucharse. Y en esa carrera desenfrenada, la ansiedad se ha convertido en una de las emociones más frecuentes —pero también más incomprendidas— de nuestro tiempo. No es extraño, entonces, que muchas personas busquen calmar su angustia con lo primero que tienen a mano: una copa, una pastilla, una pantalla o incluso una apuesta en línea.

La evidencia es contundente. Las personas que viven con ansiedad tienen hasta diez veces más probabilidades de caer en la adicción a las drogas y tres veces más de generar dependencia al alcohol. La ansiedad, cuando no se comprende ni se atiende, funciona como una chispa que enciende el circuito de la adicción… y muchas veces, mantiene vivo el fuego de la dependencia.

Desde el enfoque que promovemos —basado en la cultura del buentrato— comprendemos que nadie se vuelve adicto porque quiere. Se vuelve adicto porque duele. Porque algo falta, porque algo no se ha sanado. Porque el vacío pesa más que la voluntad.

Uno de los mayores riesgos que veo en consulta es normalizar el malestar emocional. Frases como “yo soy así”, “esto es parte de la vida adulta” o “ya se me va a pasar” se transforman en excusas para no pedir ayuda. Pero la ansiedad no desaparece por arte de magia. Y cuando se ignora por mucho tiempo, busca salidas equivocadas. A veces lo hace a través del alcohol, otras mediante la comida, el trabajo compulsivo o el uso excesivo de redes sociales. Todos mecanismos que prometen alivio… pero que terminan dejando una herida más profunda.

En Chile, según el último Termómetro de la Salud Mental Achs-UC, un 23,6% de la población presenta síntomas moderados o severos de ansiedad. Pero lo más preocupante es que más del 60% no acude a un especialista. Las razones son muchas: falta de tiempo, barreras económicas o, simplemente, el deseo de manejar todo en silencio. Sin embargo, la salud mental no mejora por sí sola. Y la ansiedad, cuando no se nombra ni se contiene, se convierte en un factor de riesgo que moldea el cerebro hacia la dependencia.

Desde la psicología sabemos que la adicción no es solo un mal hábito. Es, muchas veces, una estrategia de sobrevivencia. Una forma aprendida del sistema nervioso para evitar el dolor o la inseguridad interna. Y en esa lógica, dejar la sustancia o el comportamiento compulsivo no basta. Hay que transformar la identidad de quien la necesita para sobrevivir.

Por eso, reprogramar el cerebro es posible, pero requiere más que fuerza de voluntad. Requiere consciencia, acompañamiento y un trabajo profundo de autoobservación. A través de la neuroplasticidad, podemos romper patrones destructivos y construir una narrativa más coherente con nuestro bienestar.  

La ansiedad no es el enemigo. Es una señal. Una voz interna que clama por ser escuchada. Cuando esa voz se silencia con alcohol, pornografía o apuestas, dejamos de atender lo esencial: el derecho a vivir en paz con uno mismo. Si hoy reconoces en ti (o en alguien cercano) signos como irritabilidad constante, insomnio, necesidad de distracción permanente o malestar físico sin causa aparente, detente. Observa. Pregúntate qué te está queriendo decir tu cuerpo, tu mente. Y, sobre todo, no tengas miedo de pedir ayuda. No es debilidad. Es valentía emocional.

 
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Equipo Prensa Portal Red Salud

   

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