Osvaldo Artaza Decano Facultad de Salud y Ciencias Sociales Universidad de Las Américas
Recientemente, la Organización Mundial de la Salud (OMS), tras años de arduas negociaciones, ha dado un paso decisivo hacia la equidad sanitaria global. Ha elaborado un tratado pandémico que busca fortalecer la preparación, la respuesta y la cooperación internacional ante futuras crisis sanitarias. Este acuerdo surge como una lección directa de la pandemia de Covid-19, que evidenció profundas desigualdades entre países en el acceso a recursos médicos, vacunas y tratamientos, así como la necesidad urgente de una coordinación global más efectiva.
Una de las principales ventajas del tratado es su enfoque en la equidad. Establece mecanismos para garantizar que, en futuras pandemias, todos los países, independientemente de su nivel de desarrollo, tengan acceso justo y oportuno a productos médicos esenciales. Esto incluye vacunas, equipos de protección personal, tratamientos y pruebas diagnósticas. Y además, a través de la cooperación internacional y la transferencia de tecnología, busca reducir la dependencia de los países de ingresos bajos y medianos respecto de las grandes potencias farmacéuticas.
Otro aspecto clave del tratado es la creación de sistemas más sólidos de vigilancia epidemiológica y comunicación temprana entre naciones. Esto permitirá detectar brotes con mayor rapidez y actuar con medidas coordinadas antes de que una enfermedad se propague a nivel global. La transparencia y el intercambio de información científica serán pilares fundamentales, favoreciendo una respuesta más rápida y basada en evidencia.
Asimismo, promueve la solidaridad entre los Estados mediante compromisos de financiación conjunta, el fortalecimiento de los sistemas de salud pública y una gobernanza inclusiva. De este modo, se pretende evitar que los países más vulnerables enfrenten solos los impactos sanitarios, económicos y sociales de una nueva pandemia.
Si bien su implementación aún enfrenta desafíos políticos y económicos, este tratado representa una oportunidad histórica para establecer reglas claras de cooperación internacional frente a amenazas sanitarias globales. Su éxito dependerá del compromiso real de los países en priorizar la salud pública por encima de intereses geopolíticos y comerciales.
Nuestro país, desde el inicio, impulsó una respuesta coordinada, por ello, el director de la OMS reconoció dicho compromiso en la figura del expresidente Piñera. Sin embargo, un país poderoso como Estados Unidos ha decidido restarse del acuerdo, lo cual resulta preocupante, ya que este tratado puede marcar un antes y un después en la forma en que la humanidad enfrenta las pandemias, al promover una respuesta más efectiva y solidaria para proteger vidas.