Por Tomás Grandi, CEO de Sked24
Cada invierno, los centros de salud enfrentan una presión creciente. Según cifras del MINSAL, durante los meses más fríos la demanda por consultas respiratorias en atención primaria puede aumentar entre un 30% y un 50% respecto a la temporada baja. Y aunque las campañas de prevención y vacunación son fundamentales, hay una herramienta silenciosa que puede marcar una diferencia decisiva: la gestión inteligente de los datos.
Durante años, el agendamiento fue visto como una función meramente operativa: reservar una hora y evitar topes. Sin embargo, en un contexto de alta demanda y recursos limitados, la forma en que se ordenan, priorizan y distribuyen las horas médicas tiene un impacto directo en la calidad del cuidado, la eficiencia del sistema y la experiencia de las personas.
Una agenda mal diseñada puede amplificar los cuellos de botella. Las dobles reservas, los pacientes que no asisten, los tiempos muertos entre consultas o la falta de visibilidad sobre la disponibilidad real de profesionales generan un desperdicio evitable. De hecho, el ausentismo en la atención primaria alcanza, en promedio, un 20% de las horas agendadas, según el Observatorio de Gestión en Salud del Ministerio de Salud.
Pero cuando se implementa una lógica de agendamiento basada en datos —que considera historial del paciente, capacidad operativa, entre otros— es posible prevenir saturaciones, distribuir mejor los recursos y asegurar la continuidad del cuidado. No se trata solo de coordinar citas: se trata de planificar flujos, anticipar escenarios críticos y garantizar que cada hora clínica tenga el mayor impacto posible.
Además, los sistemas de agendamiento modernos permiten actuar de forma proactiva. Detectan inasistencias frecuentes y automatizan soluciones: reubican citas con rapidez, gestionan listas de espera en tiempo real, entre otros. Esto no solo reduce el ausentismo: también ayuda a no perder de vista a quienes más necesitan atención en el momento justo.
En pleno invierno, el colapso no es una fatalidad inevitable. Es, en gran parte, el resultado de una acumulación de ineficiencias estructurales que sí pueden corregirse. Y una de las más urgentes es la falta de visibilidad, organización y flexibilidad en la gestión de agendas clínicas.
Aunque hablamos de tecnología y datos, el verdadero desafío es estratégico. Estamos ad portas del invierno y no podemos seguir enfrentándolo con las mismas herramientas de siempre. Es momento de cambiar la forma en que entendemos y usamos el tiempo en salud. Porque cada hora mal gestionada no solo es una oportunidad perdida: es un riesgo que podemos —y debemos— evitar.