Secuestro amigdaliano: una respuesta del cerebro que afecta relaciones y decisiones

Secuestro amigdaliano: una respuesta del cerebro que afecta relaciones y decisiones

La mayoría de las personas ha experimentado alguna vez una reacción emocional intensa que escapa al control racional: una discusión que se nos va de las manos, una palabra que detona una respuesta desproporcionada o una sensación de pérdida de control. En neurociencia, este fenómeno es conocido como “secuestro amigdaliano”, concepto que describe cómo ciertas emociones pueden dominar nuestras acciones, antes de que la razón tenga tiempo de intervenir.

Desde el punto de vista neurobiológico, el secuestro amigdaliano ocurre cuando la amígdala —estructura del sistema límbico especializada en detectar amenazas— se activa automáticamente frente a un estímulo que interpreta como peligroso. Carlos Carrasco, Coordinador del Instituto de Ciencias Naturales de Universidad de Las Américas y PhD en Ciencias con mención en Biología Molecular, Celular y Neurociencias, explica que “la información sensorial llega primero al tálamo, que puede enviarla por dos rutas: una rápida, directa a la amígdala, y otra más lenta y reflexiva, que pasa por la corteza prefrontal. Cuando predomina la ruta rápida, la respuesta emocional se activa antes de que podamos pensar con claridad”.

Este mecanismo, muy útil en los tiempos prehistóricos para reaccionar ante amenazas físicas, como un depredador, hoy puede activarse frente a una crítica, una discusión o una situación social incómoda. En esos momentos, explica Carrasco, “la corteza prefrontal —encargada de regular emociones, planificar y tomar decisiones— queda inhibida temporalmente, por lo que actuamos desde la emoción pura: podemos gritar, alejarnos o decir cosas hirientes que luego lamentamos”.

Las consecuencias pueden ser significativas: conflictos personales, dificultades en el trabajo o rupturas en relaciones importantes. “Cuando la emoción toma el control, la capacidad de escuchar, empatizar o pensar con perspectiva, se reduce drásticamente”, advierte el académico de UDLA. Además, son reacciones más frecuentes cuando el cuerpo y la mente ya están sobrecargados: falta de sueño, estrés acumulado, hambre o problemas no resueltos, aumentan la susceptibilidad al secuestro emocional.

Identificar que estamos bajo su efecto es el primer paso. “Si notamos síntomas físicos como tensión en el estómago, sudoración, palpitaciones o un pensamiento que se vuelve rápido y rígido, es probable que la amígdala haya tomado el control. Ahí es donde el entrenamiento en regulación emocional y atención plena puede marcar una gran diferencia”, señala Carrasco.

El especialista enfatiza que la inteligencia emocional y la autorregulación no son talentos innatos, sino habilidades que se cultivan. A través de estrategias como la respiración consciente, el mindfulness y una mayor consciencia corporal, podemos ampliar el espacio entre el estímulo y la reacción, y dar paso a una respuesta más serena y adecuada. “No se trata de no sentir, sino de pausar, respirar y decidir cómo actuar. Todos hemos vivido estos momentos de desborde emocional, pero también podemos aprender a manejarlos mejor”.

 
Google News Portal Red Salud
Síguenos en Google Noticias

Equipo Prensa Portal Red Salud

   

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here