Jessica Durán, académica Carrera de Pedagogía en Educación Diferencial UDLA Sede Viña del Mar
Cuando pensamos en el medio ambiente, solemos imaginar naturaleza, reciclaje o cambio climático. Pero pocas veces nos detenemos a analizar cómo el entorno urbano o rural afecta directamente a quienes viven con alguna discapacidad. Veredas rotas, ruido excesivo, falta de señalética o espacios sin accesibilidad no son detalles menores: son barreras que muchas personas enfrentan cada día, y que limitan su autonomía y participación.
Hoy, desde nuevas miradas sobre la discapacidad, entendemos que el problema no está en la persona, sino en cómo el entorno responde (o no) a sus necesidades. Esta idea nos invita a pensar distinto, especialmente en las escuelas. Docentes de aula regular y de educación diferencial tenemos la oportunidad y la responsabilidad de crear espacios más accesibles, amables y conscientes de esta diversidad humana.
No se trata solo de adaptar actividades o materiales, sino de observar el entorno completo: ¿es acogedor?, ¿permite participar?, ¿incluye de verdad? Ahí está el verdadero desafío. Porque si cambiamos la forma en que diseñamos y habitamos los espacios educativos, también estamos cambiando la forma en que valoramos la presencia y el derecho de todos y todas a estar, aprender y construir comunidad.
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