En un avance científico que podría redefinir el tratamiento y la prevención del cáncer de mama, el Dr. Luis Molina, investigador de la Universidad San Sebastián está explorando dos vías cruciales: el impacto de un receptor celular poco conocido y el papel de los micro plásticos en el desarrollo de la enfermedad. Su investigación, llevada a cabo desde Puerto Montt, busca abrir nuevas fronteras en la medicina oncológica.
El cáncer de mama representa una de las mayores preocupaciones de salud pública en Chile, siendo la principal causa de muerte por cáncer entre las mujeres. Aunque las cifras nacionales son significativas, cada región enfrenta sus propios desafíos. En la Región de Los Lagos, las estadísticas muestran un aumento en las muertes por esta patología, lo que subraya la importancia de la investigación local y la detección temprana.
En este contexto, el trabajo del Dr. Luis Molina, investigador de la Universidad San Sebastián en Puerto Montt cobra especial relevancia, ya que podría entregar nuevas luces para el tratamiento y la prevención de esta enfermedad. Su estudio se ha enfocado en el rol que juegan los microplásticos en el desarrollo del cáncer de mama. Específicamente, la investigación profundiza en el Bisfenol A (BPA), una molécula utilizada para dar durabilidad a los plásticos y que tiene una estructura química sorprendentemente similar a la del estrógeno, una hormona que actúa estimulando el crecimiento de las células tumorales.
“Estamos rodeados de micro plásticos. Incluso, al tomar agua de botellas plásticas, ya estamos ingiriendo microcomponentes que pueden afectar nuestra fisiología», advierte el científico.
De acuerdo al Dr. Molina, el organismo es incapaz de diferenciar entre el estrógeno y el BPA, asimilando este último como una hormona. Lo más preocupante es que el BPA podría activar directamente el receptor celular GPER-1, un receptor poco conocido cuya estimulación se asocia con el crecimiento del cáncer. Esta conexión podría explicar el aumento de la incidencia de esta enfermedad en la población. Ante esta evidencia, el Dr. Molina es categórico en su recomendación: limitar el uso de plásticos en la vida diaria, optando por alternativas como el vidrio o la loza.
La debilidad de un fármaco común
A nivel médico, el tratamiento del cáncer de mama se ha centrado en el uso de fármacos como el Tamoxifeno, que bloquea el receptor de estrógeno (ER), inhibiendo el desarrollo del tumor. Sin embargo, la investigación del Dr. Molina ha puesto la lupa sobre el impacto que podría tener sobre el receptor GPER-1.
Su hallazgo, respaldado por estudios en estudios in vitro y clínicos, es que el Tamoxifeno, si bien es eficaz en bloquear el ER, no solo no bloquea el GPER-1, sino que lo estimula. Esto podría explicar por qué algunos tumores continúan creciendo a pesar del tratamiento. «En vez de inhibir la actividad de este receptor, el fármaco hace que el GPER-1 trabaje más, estimulando así el desarrollo de la célula tumoral», explica el Dr. Molina.
Este descubrimiento abre la puerta a nuevas terapias. El investigador proyecta que en los próximos cinco años, la ciencia podría desarrollar estrategias farmacológicas que anulen la actividad de GPER-1. En este camino, la inteligencia artificial será una herramienta vital para analizar grandes cantidades de datos, lo que permitirá diseñar tratamientos combinados y más efectivos a futuro.
Más allá de la genética
Finalmente, un punto clave de la investigación del Dr. Molina es su enfoque en el origen de la enfermedad. Aunque mediáticamente se ha destacado la variante genética, que representa solo el 20% de los casos, la gran mayoría del cáncer de mama, el 80% a nivel global, es de tipo multifactorial y esporádico.
«El cáncer de mama es una enfermedad asociada con el envejecimiento, y su prevalencia es alta en la población mayor. El 80% de los casos de esta enfermedad está fuertemente influenciada por el ambiente en el que vivimos», señala el Dr. Molina. Factores como la falta de ejercicio, la mala alimentación, la obesidad o el estrés crónico son determinantes que pueden generar una desregulación metabólica, incrementando la predisposición al cáncer.
Esta investigación desde Puerto Montt no sólo visibiliza el trabajo de científicos chilenos de la Patagonia, sino que también nos invita a reflexionar sobre la compleja interacción entre nuestro entorno, las células y la salud, abriendo un camino prometedor hacia una medicina más personalizada y preventiva.