En los últimos años, los tratamientos estéticos mínimamente invasivos, como los rellenos faciales, han ganado popularidad. Pero cuando se aplican en exceso o sin criterio profesional, pueden generar un efecto no deseado: el temido “pillow face”, término que en inglés significa “cara de almohada” y que en medicina se conoce como síndrome de sobre relleno. Este fenómeno ocurre principalmente cuando se abusa del ácido hialurónico u otros productos, perdiéndose la armonía y la expresión natural del rostro.
Entre las principales causas del pillow face se encuentran la aplicación excesiva de rellenos, las técnicas inadecuadas en planos incorrectos, el uso de productos de baja calidad y la falta de una evaluación personalizada antes de cada procedimiento. Los signos de alerta más comunes son pómulos desproporcionados, mejillas excesivamente redondeadas, piel tirante y brillante, o expresiones faciales que se ven rígidas y poco naturales.
El Dr. Fernando Terré, fundador y director médico de Clínica Terré, señala “El verdadero desafío es encontrar la armonía del rostro, y para eso se requiere conocimiento anatómico, técnica y también sensibilidad estética. Es una mezcla de profesionalismo y talento, porque no se trata de cambiar la identidad del paciente, sino de realzarla de manera natural”.
Un procedimiento estético exitoso, en cambio, busca resaltar la belleza de manera sutil: un rostro fresco, descansado y armónico, sin que los demás noten la intervención. En este sentido, la elección de un especialista con experiencia y el uso de productos aprobados resulta fundamental.
La buena noticia es que el pillow face tiene solución. El tratamiento más habitual es la aplicación de hialuronidasa, una enzima que disuelve el exceso de ácido hialurónico y que permite recuperar la fisonomía original en la mayoría de los casos. Según la situación del paciente, puede complementarse con radiofrecuencia, láser o incluso cirugía menor.
El Dr. Fernando Terré enfatiza que lo fundamental es ponerse siempre en manos de un especialista certificado, con experiencia y conocimiento anatómico. “Un buen resultado estético no se mide por la cantidad de producto aplicado, sino por la capacidad de realzar la belleza natural de cada paciente. Menos es más cuando se busca armonía y frescura en el rostro”, señala.
Además de acudir a un profesional calificado, recomienda optar por productos de calidad aprobados, avanzar con un plan de tratamiento progresivo y priorizar siempre la naturalidad por sobre los cambios drásticos. Solo así se evita el temido “pillow face” y se asegura un resultado seguro y armónico.