Cada vez es más frecuente diagnosticar, durante la infancia, enfermedades que antes se remitían a la edad adulta, tales como la hipertensión arterial y la diabetes mellitus tipo 2. Quienes atendemos niños en sus controles sanos, vemos a diario y con preocupación que ellos presentan sobrepeso u obesidad y que al solicitar exámenes estos ya tienen alteraciones metabólicas como el colesterol alto, resistencia a la insulina e hígado graso; todas antesalas de enfermedades crónicas que se pueden prevenir.

¿Qué ha cambiado? Todos lo sabemos: han sido los hábitos. En las nuevas generaciones se ha normalizado el consumo diario de comida chatarra y alimentos ultra procesados, junto con un aumento del sedentarismo.

Los niños ya no juegan en las calles a la pelota o andan en bicicleta creando lazos de amistad con sus pares, sino que se pasan horas interminables frente a pantallas con el estrés, sedentarismo, falta de sueño y de rutinas que estos malos hábitos generan.

Una de las enfermedades que se está presentando en la edad pediátrica a consecuencia de los factores mencionados es la hipertensión arterial, enfermedad que está directamente relacionada con el sobrepeso y la obesidad, consumo excesivo de sal y sedentarismo; por tanto, una enfermedad que es 100% prevenible si los hábitos fueran saludables.

También está aumentando la presentación de diabetes tipo 2 en menores, enfermedad que antes era propia de los adultos y que también podría evitarse si los niños mantuvieran una alimentación saludable y realizaran actividad física.

Las consecuencias de la diabetes y la hipertensión son graves y pueden aparecer incluso en la adolescencia, con complicaciones renales, oculares y cardiovasculares que deterioran la calidad de vida y aumentan el riesgo de mortalidad.

Para lograr revertir esta situación, deben existir cambios no sólo en las familias, sino que también en el entorno. Más espacios para el deporte, la obtención más fácil y accesible de comida saludable, regular el uso de pantallas en las escuelas y aumentar las horas de ejercicio semanales en el currículo escolar son solo algunas medidas que mejorarían enormemente la situación.

En casa también se pueden realizar muchos cambios importantes: disminuir al máximo el consumo de comida chatarra y realizar actividad física regular. Que los niños corran, bailen o anden en bicicleta, idealmente una hora por día. Es fundamental regular el tiempo frente a dispositivos tecnológicos, las pantallas deben ser solo una de las tantas actividades del día, y no convertirse en el centro de la rutina infantil.

Esto, a su vez, ayuda a cuidar las horas de sueño adecuadas para su organismo, desarrollo y descanso apropiado.

Finalmente, hay que recordar que los niños aprenden por imitación al ver que los adultos se cuidan, se alimentan saludable y realizan actividad física; ellos tenderán a hacer lo mismo. Sólo hay que proponérselo como familia, con amor, atención y constancia.

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Equipo Prensa
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