La soledad no deseada se ha convertido en uno de los principales desafíos de salud pública del siglo XXI. A menudo se minimiza como un malestar emocional, pero hoy se sabe que tiene efectos profundos en la salud física, cognitiva y comunicativa.
Según el informe U.S. Surgeon General de 2023 advierte que la falta de relaciones significativas aumenta en un 29% el riesgo de enfermedad cardíaca y en un 50% el riesgo de desarrollar demencia. La investigadora Julianne Holt-Lunstad (2020) demostró, además, que el aislamiento social es tan perjudicial para la salud como el tabaquismo o el sedentarismo. “La soledad no es únicamente estar físicamente solo. Es sentir que no existen vínculos significativos, que no hay con quién hablar ni compartir. Esa desconexión afecta directamente la memoria, el lenguaje y la calidad de vida”.
La comunicación es un pilar fundamental de la salud cognitiva. Conversar, participar en grupos, relatar experiencias y mantener vínculos relevantes activa áreas cerebrales relacionadas con atención, memoria y funciones ejecutivas. Cuando estas interacciones disminuyen, también se reduce la reserva cognitiva, aumentando la probabilidad de deterioro.
Desde la fonoaudiología, especialmente en el trabajo con adultos mayores, se busca potenciar estas capacidades mediante talleres de memoria, actividades grupales, estimulación cognitiva y acompañamiento comunicativo.
Combatir la soledad implica crear espacios donde las personas mayores sean escuchadas, tengan un rol activo y puedan reconstruir vínculos. La comunicación es una herramienta terapéutica invaluable.
La soledad no deseada no es inevitable. Con acompañamiento, actividades y espacios de comunicación segura, es posible contribuir al bienestar y la autonomía de las personas mayores.
























