Con la llegada del verano, Chile vuelve a enfrentar un escenario de alto riesgo de incendios forestales, marcado por altas temperaturas, sequía y una mayor exposición de zonas habitadas a emergencias de gran magnitud. En este contexto, organismos como la Corporación Nacional Forestal (Conaf) han reforzado las campañas de prevención, apelando a la responsabilidad individual y al cuidado del entorno. Sin embargo, no todos los incendios se explican por negligencia o imprudencia.
En las últimas semanas, además, el país ha conocido casos que han reabierto el debate sobre los incendios intencionales, como la formalización y prisión preventiva de un bombero acusado de provocar fuego de manera deliberada en la comuna de La Cruz, Región de Valparaíso . Situaciones como esta generan alarma pública y, al mismo tiempo, evidencian la necesidad de comprender que no todos los actos incendiarios responden a las mismas motivaciones.
Ante esto, la académica de Psicología de la Universidad Andrés Bello, Miriam Pardo, explica los principales señales de piromanía
Fascinación persistente por el fuego
Según explica la docente UNAB, la piromanía no debe confundirse con el acto intencional de provocar un incendio por motivos como venganza, protesta o beneficio económico. En estos últimos casos, se trata de conductas deliberadas y antisociales. La piromanía, en cambio, es un trastorno psicológico clasificado dentro del descontrol de impulsos.
“En la piromanía, el fuego no es un medio para un fin, sino un fin en sí mismo”, señala.
Quien padece este trastorno experimenta una tensión interna intensa e incontrolable que aparece de manera repentina y que solo logra aliviar al iniciar un incendio. A esto se suma una fascinación desmedida por el fuego, similar a la atracción que otras personas pueden sentir al observar un paisaje o el mar. Tras provocar el incendio, el pirómano siente placer o alivio por la descarga impulsiva, sin que exista una planificación racional previa.
Señales de alerta desde la infancia
Según la especialista, este patrón suele manifestarse desde edades tempranas. Entre las principales señales de alerta se encuentran la fascinación persistente por el fuego, el juego reiterado con fósforos u objetos que generan llamas y el interés por observar incendios o acudir a lugares donde estos ocurren. Un elemento clave es la repetición de incidentes, ya que la piromanía no se configura a partir de un hecho aislado.
Aunque no siempre ocurre, en muchos casos existen antecedentes de negligencia, violencia o traumas en la infancia, además de problemas conductuales, consumo de alcohol o drogas. No existen pruebas psicológicas que permitan detectar con certeza la piromanía, por lo que el diagnóstico debe ser clínico y realizado mediante entrevistas especializadas que evalúen el historial de descontrol impulsivo y los riesgos asociados.
Desde una perspectiva preventiva, Pardo enfatiza la importancia de la detección temprana, especialmente en niños, mediante supervisión, educación sobre los riesgos del fuego y apoyo psicológico oportuno. En los casos que lo requieran, el abordaje debe incluir también tratamiento psiquiátrico, junto con el compromiso activo de la familia y las redes comunitarias.
























