Octubre es el mes mundial de la concientización sobre el cáncer de mama, una enfermedad que, de acuerdo a las proyecciones del Observatorio Global del Cáncer (GLOBOCAN), cada año afecta a más de 5.000 mujeres en Chile, posicionándola como la primera en incidencia y en mortalidad entre las chilenas.
Sin embargo, existe una condición poco conocida, directamente asociada a sus tratamientos, que también impacta la calidad de vida de quienes lo enfrentan. Se trata del linfedema, una complicación que a menudo es subestimada.
El linfedema corresponde a la acumulación de líquido linfático en los tejidos debido a la obstrucción o daño en el sistema linfático, muchas veces tras cirugías por cáncer de mama, extirpación de ganglios linfáticos o radioterapia. Sus principales síntomas son la inflamación del brazo y la mano, sensación de peso y enrojecimiento que pueden generar limitaciones funcionales y alteraciones en la calidad de vida.
“El linfedema es una enfermedad poco difundida, pero que requiere atención temprana para detener su progresión y evitar complicaciones graves. En pacientes que han tenido cáncer de mama, aparece como resultado de la interrupción del flujo linfático en asociación a otros factores. Hoy contamos con técnicas de supermicrocirugía que permiten ofrecer soluciones reales a quienes lo padecen”, explica el Dr. Nicolás Pereira Covarrubias, cirujano plástico de Clínica NEA y primer especialista latinoamericano en recibir el prestigioso premio Werner Spingler Young Microsurgeon Award por su aporte a la microcirugía reconstructiva.
El testimonio de quienes han vivido esta experiencia es fundamental para darle visibilidad. La incidencia varía dependiendo del tipo tratamiento recibido, existiendo mayor riesgo en los casos en los que se realiza mastectomía total, disección axilar, radioterapia y en pacientes en los cuales los ganglios están positivos para cáncer.
Paulina Ponce, de 50 años, enfrentó un cáncer de mama en 2019. Tras su tratamiento, comenzó con molestias en su brazo izquierdo: inflamación, dolor y episodios de celulitis infecciosa que limitaban su vida diaria. Todo se manifestó cuatro meses luego de su interveción. “Al principio no sabía qué me pasaba, sentía que el brazo pesaba toneladas y hasta se me infectaba. Cuando llegué al doctor Pereira entendí que era linfedema. Gracias a la cirugía recuperé movilidad, independencia y, sobre todo, la calidad de vida”, relata.
Por su parte, Ruth del Campo, cirujano dentista de 66 años, enfrentó la misma enfermedad en su juventud. Décadas después, los síntomas del linfedema se intensificaron. “Se me inflamaba el brazo derecho, me sentía pesada, incluso tenía vómitos y malestares que lo asociaba. Fue recién en 2024 que llegué al doctor Pereira y conocí el término linfedema. Después de la cirugía fue un cambio radical: hoy puedo trabajar, mover mi brazo con normalidad y ya no cargo con esa sensación de peso constante”.
Ambos relatos reflejan que el linfedema no distingue edad ni tiempo desde el cáncer. Puede aparecer meses o incluso años después del tratamiento inicial, y reconocerlo a tiempo puede marcar la diferencia. Si no se trata, la progresión de la enfermedad puede llegar a la elefantiasis, a empeorar los síntomas e infecciones frecuentes y de mayor severidad.
Por eso su visibilidad es tan fundamental en la actualidad, tanto por la prevención como por la cobertura en el sistema de salud, ya que representa una carga económica importante para los pacientes y su entorno.
Nuevas soluciones desde la cirugía linfática
Cuando las terapias conservadoras —como el drenaje linfático manual o las mangas de compresión— no bastan, existen cirugías como la anastomosis linfático-venosa y el trasplante de ganglios linfáticos, que permiten restablecer el drenaje y reducir significativamente los síntomas.
En el caso de la anastomosis linfático-venosa, el especialista realiza una conexión entre un vaso linfático bloqueado y una vena próxima, formando una derivación o bypass para que el líquido linfático drene los tejidos al sistema venoso y aliviar el linfedema. En esta intervención se requiere microscopios y técnicas avanzadas para unir los pequeños vasos, permitiendo la salida del líquido acumulado y reduciendo la hinchazón de la extremidad afectada.
“En Clínica Nea realizamos un tratamiento integral, partiendo por el diagnóstico y acompañamiento. Apoyamos en el tratamiento conservador con nuestras kinesiólogas a través del drenaje linfático y asesoramos en el uso de la manga compresiva. En cuanto a la cirugía, realizamos la planificación con tecnología de última generación, como linfografía con verde de indocianina y realidad aumentada, para llegar finalmente a la realización de la cirugía con técnicas de supermicrocirugía avanzada”, comenta el Dr. Pereira.
“El objetivo es devolver a los pacientes la funcionalidad y la normalidad en su vida diaria. El cáncer de mama ya es un proceso duro; no es justo que, además, deban convivir con una secuela incapacitante como el linfedema. Por eso es clave educar, diagnosticar a tiempo y poner a disposición estas técnicas”, agrega el especialista.
En el mes de concientización del cáncer de mama, también es importante hablar de sus secuelas, el linfedema, reconocer sus síntomas y consultar precozmente. El testimonio de mujeres como Paulina y Ruth evidencia que existen tratamientos efectivos y que es posible recuperar la calidad de vida después de sobrevivir a un cáncer de mama.
El compromiso de especialistas como el Dr. Nicolás Pereira, en Clínica NEA, es fundamental para que más pacientes sepan que no están solas y que hay alternativas reales para superar esta enfermedad silenciosa.