¿Siente mareos constantes al levantarse, fatiga extrema sin razón aparente o cambios en su ritmo cardíaco? Estos síntomas, a menudo confusos y difíciles de diagnosticar, podrían ser señales de Disautonomía, un trastorno que afecta al sistema nervioso que controla las funciones involuntarias del cuerpo.

En efecto, la Disautonomía es un término general que describe un mal funcionamiento del Sistema Nervioso Autónomo (SNA), que es la central de control del cuerpo humano. Es decir, maneja automáticamente funciones vitales como la frecuencia cardíaca, presión arterial, respiración, digestión y temperatura corporal.

Cuando el SNA falla, estas funciones se desregulan y las personas pueden experimentar síntomas que son muy reales e incapacitantes, pero que no siempre se evidencian en exámenes rutinarios.

Mal comprendidos

Los síntomas de la Disautonomía son variados y dependen de qué parte del SNA está más afectada. Los pacientes suelen describir hipotensión ortostática (mareos, visión borrosa o desmayos al ponerse de pie, pues la sangre no llega correctamente al cerebro); fatiga crónica (cansancio extremo que no mejora con el descanso); taquicardia (aceleración del ritmo cardíaco sin esfuerzo físico); problemas digestivos (náuseas, hinchazón o vaciamiento gástrico lento); e intolerancia al calor (dificultad para regular la temperatura corporal).

“La clave para el manejo de la Disautonomía está en reconocer que los síntomas son una manifestación de un desequilibrio. No es algo psicológico, es una falla real del sistema que, con un diagnóstico preciso, podemos aprender a modular y tratar para recuperar la calidad de vida”, explica el Dr. Roberto Aspée, cardiólogo de Clínica Colonial.

Y es que la complejidad de la Disautonomía reside en que sus síntomas imitan muchas otras enfermedades. Por eso, el diagnóstico correcto requiere un ojo clínico especializado y el uso de pruebas específicas.

“En Clínica Colonial, nuestro equipo aborda la Disautonomía de forma integral, ya que el tratamiento suele ser multidisciplinario, incluyendo manejo farmacológico, terapia física y ajustes de estilo de vida (hidratación, dieta y ejercicio adaptado)”, destaca el profesional.

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