El cierre del año trae cansancio, ansiedad y desorden alimentario. La nutrióloga Catalina Silva, jefa del área de Nutrición de Clínica Terré, explica cómo el estrés se refleja en el cuerpo y qué hábitos ayudan a recuperar el equilibrio.

A medida que se acerca el fin de año, las exigencias laborales, los compromisos sociales y el desgaste acumulado comienzan a pasar la cuenta. Muchas personas sienten que llegan “al límite” y experimentan una mezcla de cansancio, ansiedad y desorden en sus rutinas. Aunque suele atribuirse sólo al ritmo acelerado, el cuerpo también responde de manera concreta a este periodo de alta demanda.

Según explica la doctora Catalina Silva, jefa del área de Nutrición de Clínica Terré, “el estrés crónico eleva de forma sostenida el cortisol, la hormona del estrés, y eso altera el metabolismo, aumenta el apetito y favorece la acumulación de grasa abdominal. No es solo una sensación emocional: es un proceso fisiológico real”.

Las primeras señales aparecen en la digestión y la energía diaria. Distensión abdominal, digestiones lentas, antojos más intensos, cambios en el apetito y una fatiga que no se recupera fácilmente son algunos de los síntomas más frecuentes. También se observan dolores de cabeza, irritabilidad y dificultad para concentrarse. “El cuerpo avisa antes de que la mente lo reconozca”, comenta Silva, quien destaca que estos signos suelen intensificarse durante diciembre por la alta carga emocional y logística.

El cortisol, además, influye directamente en la relación con la comida. Esta hormona estimula el apetito y la búsqueda de alimentos ricos en azúcar y grasa como un mecanismo de recompensa inmediata. Esto genera ciclos de hambre emocional que dificultan el control del peso, especialmente en personas con resistencia a la insulina u otras alteraciones metabólicas. “Cuando estamos estresados, el cuerpo entra en modo supervivencia. Comemos más rápido, saltamos horarios o elegimos alimentos muy calóricos sin darnos cuenta. Es una respuesta automática, pero perpetúa la inflamación y el desorden metabólico”, señala la especialista.

En contraposición, una alimentación basada en frutas, verduras, legumbres, avena, frutos secos, pescados y grasas saludables ayuda a estabilizar la energía, mejorar el ánimo y regular la glucosa. Nutrientes como el magnesio, el triptófano, los omega 3 y las vitaminas del complejo B también cumplen un rol clave en la modulación del estrés y la calidad del sueño. “A veces pequeños ajustes generan cambios enormes: mejorar la hidratación, ordenar los tiempos de comida y elegir alimentos más densos nutricionalmente puede disminuir significativamente la ansiedad”, subraya Silva.

Mantener una vida social activa durante estas semanas no tiene por qué estar reñido con una alimentación equilibrada. La especialista recomienda planificar con anticipación, evitar llegar con hambre a los eventos, moderar el alcohol y priorizar alimentos proteicos y vegetales. “No se trata de restringir, sino de compensar y disfrutar con conciencia”, agrega.

En este contexto surge el programa Desafío bajo ansiedad de Clínica Terré, creado para abordar el aumento de pacientes que presentan ansiedad, desregulación alimentaria y dificultades para controlar el peso, especialmente en casos de resistencia a la insulina, obesidad o síndrome metabólico. El enfoque combina educación alimentaria, acompañamiento nutricional personalizado, apoyo médico y herramientas conductuales para desarrollar una relación más consciente con la comida. “En muchos pacientes trabajamos la capacidad de distinguir entre hambre real y hambre emocional. Y cuando es necesario, y siempre bajo supervisión del médico nutriólogo, incorporamos herramientas farmacológicas que ayudan a manejar los momentos de mayor ansiedad”, explica Silva.

El proceso es integral y busca cambios sostenibles que repercutan tanto en la salud metabólica como en el bienestar general. “Nuestro objetivo es acompañar al paciente durante todo el camino, para que entienda que no está solo y que recuperar el equilibrio es posible”, afirma.

Para quienes sienten que llegan agotados a esta etapa del año, la recomendación es comenzar por lo esencial: escuchar el cuerpo, bajar el nivel de autoexigencia y realizar pequeños ajustes que se puedan mantener en el tiempo. Una alimentación consciente, un descanso adecuado y estrategias de autocuidado pueden marcar una diferencia profunda. Como concluye la doctora Catalina Silva, “la alimentación es un pilar fundamental para recuperar el equilibrio físico y emocional. A veces, volver a lo básico es exactamente lo que el cuerpo necesita para empezar de nuevo”.

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