Trabajar mientras la mayoría de la población duerme no es simplemente un desafío logístico y laboral. En sectores como la salud, el transporte y la seguridad, los turnos nocturnos son inevitables, sin embargo, existen consecuencias para la salud física y mental, que son reales y están documentadas.

“El trabajo nocturno altera el ritmo circadiano, que corresponde al reloj biológico natural del cuerpo”, explica Rocío Zúñiga, académica de la Escuela de Enfermería de la Universidad Andrés Bello. Ese desajuste, advierte, puede convertirse en un factor que aumenta la probabilidad de desarrollar enfermedades cardiovasculares, trastornos digestivos y fatiga crónica.

la alteración del reloj biológico no se limita al cuerpo y se manifiesta, además, en términos de salud mental. “Puede presentarse la presencia de síntomas ansiosos, depresivos o alteraciones en el sueño”, señala Zúñiga. La falta de descanso reparador y la exposición prolongada a horarios invertidos generan un terreno fértil para el agotamiento emocional y la pérdida de motivación.

Hábitos que marcan la diferencia

La académica enfatiza la importancia de mantener una rutina regular de sueño, incluso si se descansa durante el día. “Priorizar un descanso de calidad en un ambiente oscuro y tranquilo” es el primer paso. A esto se suma una alimentación equilibrada, es decir, “evitar las comidas altas en grasas antes de acostarse e intentar mantener un horario regular de comidas para mantener estables los niveles de azúcar en sangre y la energía durante el turno de trabajo”, advierte la profesional.

La hidratación constante y la moderación en el consumo de cafeína y nicotina son claves, especialmente antes de dormir. La actividad física también juega un rol, aunque Zúñiga advierte que debe evitarse el ejercicio intenso justo antes del descanso. Otro aspecto fundamental es la higiene del sueño, esto implica limitar la exposición a dispositivos electrónicos antes de acostarse y crear un entorno adecuado para dormir. “Considerando que lo más probable es que se duerma de día, puede ser beneficioso el uso de tapones para los oídos y antifaces para bloquear el ruido y la luz”, recomienda.

El momento de pedir ayuda

Ignorar los síntomas puede tener consecuencias graves. “Fatiga que no mejora con el descanso, irritabilidad, dificultad para concentrarse, insomnio, falta de motivación y una sensación constante de agotamiento físico y emocional” son señales que no deben pasarse por alto, advierte Zúñiga.

También menciona la pérdida de interés en actividades habituales y sentimientos de frustración o desesperanza como indicadores de riesgo. Detectarlas a tiempo permite buscar apoyo profesional y realizar cambios en el estilo de vida antes de que el desgaste se convierta en síndrome de burnout.

Frente a esto, indica, es preciso buscar apoyo profesional y realizar controles de seguimiento de salud para conocer el estado basal de salud y detectar cualquier problema de manera temprana.

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Equipo Prensa
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