- El especialista en anestesiología y medicina del dolor, Dr. Sergio Maldonado, conoce profundamente el impacto del dolor crónico, ya que él mismo lo enfrenta día a día.
Maldonado, quien coordina la Unidad de Tratamiento del Dolor del Hospital Valdecilla en España desde el año 2016 y es profesor del Máster de Tratamiento del Dolor de la Universidad de Valencia desde el 2015, combina en su práctica médica la empatía de su experiencia personal con un enfoque multidisciplinario, brindando a sus pacientes una visión humana y científica para aliviar el dolor.
En conversación con el especialista, comparte su visión sobre el dolor crónico, el impacto emocional de esta condición y los avances más prometedores en los tratamientos para aliviar el dolor.
¿Cómo ha influido su propia experiencia de vida en su enfoque profesional y la relación con sus pacientes?
Personalmente, llevo ejerciendo como profesional del tratamiento del dolor desde hace 20 años, a lo largo de los cuales he intentado con la mejor de mis capacidades entender y empatizar con los pacientes que padecen dolor crónico, que en muchas ocasiones expresan sentirse incomprendidos. Su dolor es muy real, pero la lesión física que pudo haberlo generado curó hace tiempo o no parece de tanta entidad. En mi caso, hace cuatro años sufrí un grave accidente de tráfico que me dejó parapléjico y con dolor crónico neuropático. Cuando un paciente se sienta frente a mí y se ve reflejado en el médico que le está atendiendo, la conexión médico-paciente es mucho más rápida, más fluida. Durante esta consulta, en muchas ocasiones yo anticipo las respuestas y sus preocupaciones antes de que las expresen, porque lo vivo en primera persona.
Usted ha mencionado que el dolor crónico va más allá de la intensidad física y que su verdadera dureza está en lo insidioso. ¿Podría ahondar en esta visión?
Al día de hoy no disponemos de una herramienta de medición de la intensidad del dolor que sea sencilla como lo son los termómetros para la temperatura o las básculas para el peso. Por ello se han intentado diseñar sistemas de medición verbales o numéricos relativamente sencillos para mensurar el dolor, y estos sistemas han demostrado una utilidad relativa en el dolor agudo, donde lo que domina es una señal física con un componente emocional muy limitado. Sin embargo, cuando ese dolor, independientemente de su intensidad, está presente en todos los momentos de la vida de la persona, limitándola, socavando el estado de ánimo cada día, y con la dura resignación de que al día siguiente va a volver a estar ahí, es en esos momentos donde la magnitud más importante es la emocional, más que la física.
En su experiencia, ¿cómo el abordaje multidisciplinario contribuye a mejorar la vida de las personas con dolor crónico?
En ocasiones la respuesta más sencilla es la más clara. A mis pacientes, cuando tenemos que abordar todos los aspectos del tratamiento del dolor crónico, les digo la siguiente frase: “los problemas complejos no tienen soluciones sencillas”. Este suele ser el punto de partida sobre el cual establecemos un tratamiento que incluye una parte farmacológica, una parte de técnicas invasivas si lo precisa, un apoyo emocional a través de una psicóloga clínica, una guía de actividad física dirigida por el servicio de rehabilitación si es necesario o la presentación del caso clínico ante el grupo de dolor de columna, integrado por múltiples especialistas de distintas áreas.
¿Qué importancia tiene la salud mental en el tratamiento del dolor crónico y cómo debe integrarse con los tratamientos físicos?
Si está claro que el dolor crónico tiene una constante que le acompaña, son las alteraciones del estado de ánimo, especialmente la ansiedad y la depresión. Sabemos que aquellas personas que tienen dolor crónico padecen en más de un 70% de las ocasiones trastornos de salud mental, y este problema es bidireccional: los pacientes con dolor crónico desarrollan trastornos emocionales, pero, a su vez, las personas con trastornos emocionales tienen un riesgo muy superior de desarrollar dolor crónico. Las áreas cerebrales que se activan en el dolor crónico incluyen zonas del cerebro encargadas de la memoria, el estado de ánimo, las emociones, etc. Por ello, para poder realizar un tratamiento integral del paciente, deben abordarse los problemas de salud no solo físicos sino mentales a la par.
Finalmente, ¿qué mensaje les daría a los pacientes que luchan con el dolor crónico y a sus familiares para que puedan apoyarlos adecuadamente?
El mensaje más importante que podemos transmitir a los pacientes es que deben seguir viviendo, en la medida de sus posibilidades, una vida tan normalizada como sea posible. Los médicos y sanitarios estaremos ahí para ayudar en lo que la medicina pueda, usando las herramientas de que dispongamos a nuestro alcance. Pero la vida sigue, y hay que seguir disfrutando de todo lo bueno que tiene. Si permitimos que toda nuestra vida gire en torno al dolor, habremos perdido lo que el dolor nos quitó y todo lo que nosotros le hemos regalado. La vida hay que vivirla a pesar de sus cosas malas, porque las cosas buenas siguen estando ahí.