La disparidad íntima: Las dificultades sexuales que los terapeutas enfrentan con mayor frecuencia
Cuando dos personas comienzan una relación de pareja, es probable que junto con disfrutar de entretenidos panoramas, planear actividades a futuro y gozar de la compañía mutua… también tengan una alta cantidad de sexo.
Y es que, al principio de un vínculo amoroso, la química se apodera de nuestros cuerpos y nos hace tener más libido: la presión arterial aumenta, se generan más glóbulos rojos para mejorar el transporte de oxígeno por la corriente sanguínea, el corazón late más deprisa… todo, parte de los síntomas del enamoramiento.
Sin embargo, esa pasión que vivimos en un principio tiende a disminuir con el paso de los meses, dando pie a la temida “falta de apetito sexual” que afecta a parte de los enamorados.
Manuel Más García, director del Centro de Estudios Sexológicos (Cesex) de la Universidad de La Laguna en España, comparó en un estudio de 2014 el enamoramiento con una especie de estado de psicosis aguda o enajenación mental, e incluso con una adicción.
Lo anterior se debe a que, cuando una persona se enamora, los niveles de serotonina tienden a disminuir y se segregan hormonas como la dopamina, la feniletilamina y la norepinefrina; químicos responsables del insomnio, el anhelo, la euforia, la pérdida del apetito y las fijaciones mentales.
Cuando nuestro cerebro “flota” en feniletilamina, éste responde a través de la secreción de dopamina -neurotransmisor que impulsa a repetir un comportamiento que proporciona placer-, norepinefrina y oxitocina. En otras palabras, se convierte en un mensajero químico del deseo sexual y, de esta forma, se dan todas las mezclas químicas del enamoramiento.
Tomando esto en consideración, si las relaciones son satisfactorias nuestro cuerpo nos pedirá volver a experimentar esa sensación. Por ello, no es de extrañar que en los inicios de toda relación las parejas tengan una mayor cantidad de sexo.
Relación estable y baja de deseo sexual
No obstante, a medida que pasa el tiempo las relaciones sexuales entre la pareja tienden a bajar su intensidad.
En palabras de la sexóloga Núria Jorba, colaboradora del medio La Vanguardia, esto puede deberse a diferentes factores.
Uno de ellos es la pérdida de novedad, que según la experta se produce al entrar en la etapa de rutina y monotonía sexual. “Para ello hay juegos, erotismo, distintas prácticas que podemos añadir a nuestras relaciones para conseguir avivar esa famosa ‘chispa’. Pero, como siempre, debemos empezar por hablar, comunicar de forma sincera a nuestra pareja aquello que no nos acaba de motivar y lo qué nos gustaría y muchas veces este es el paso más difícil”, agregó.
En otros casos, señala Jorba, la novedad no debemos buscarla en la cama sino fuera de ella: “Puede que lo que nos falte es conectar con nuestra pareja, divertirnos, tener espacios de intimidad y sobre todo no tener discusiones ni problemas a resolver”, dijo.
También indicó que otro motivo puede ser nuestro bienestar personal, el cansancio laboral, las responsabilidades con los hijos y la casa, el poco tiempo libre, etc. Todo ello hace que estemos más apáticos y con poca predisposición al sexo. “Si es así, deberemos provocar cambios positivos en nuestra vida que permitan que empecemos a disfrutar de nuevo de las cosas”.
Por su parte, la psicoterapeuta sexual Miranda Christophers agregó en conversación con el medio The Huffington Post que hay muchos factores que afectan al deseo sexual, incluidos temas físicos como el dolor en el sexo, dificultades sexuales con la erección o disfunción eréctil, estrés y cansancio. Pero también la depresión, la menopausia, el embarazo, el parto, los problemas de salud, los medicamentos, el alcohol y las drogas, entre otros.
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