– Los excesos no solo provocan resacas, sino también modifican los circuitos cerebrales que regulan el placer y la recompensa.
– Especialistas advierten que estos patrones pueden dejar huellas neurológicas que aumentan la probabilidad de desarrollar una adicción en el futuro.
– Hasta un 10% de los chilenos admite que beberá sin control durante las celebraciones, con los jóvenes entre 18 y 24 años como principal grupo de riesgo.
Las Fiestas Patrias son, para millones de chilenos, sinónimo de asados, empanadas y tragos típicos como el terremoto o la chicha. Sin embargo, detrás del ambiente festivo se esconde una advertencia que los especialistas no se cansan de repetir: los excesos de alcohol no solo tienen efectos inmediatos, sino que también dejan huellas en el cerebro que pueden facilitar la instalación de patrones de adicción a largo plazo.
Un estudio de Aprocor y Cadem proyecta que hasta un 10% de los adultos en Chile podría beber sin control durante este 18, mientras que un 65% anticipa un aumento de su ingesta. La preocupación es mayor en los jóvenes de 18 a 24 años, donde siete de cada diez reconocen que beberán más de lo habitual.
Lo que ocurre en el cerebro
El alcohol es un depresor del sistema nervioso central. En dosis bajas, genera euforia, desinhibición y sensación de control. Pero estos efectos son transitorios. Con el consumo repetido, el cerebro comienza a modificar sus circuitos de placer y recompensa, reforzando la asociación entre diversión y alcohol.
“El exceso en Fiestas Patrias no siempre queda en una anécdota. Para muchos, la sensación de euforia se transforma en un patrón que el cerebro empieza a repetir. Ese aprendizaje neuronal facilita la dependencia y convierte un ‘solo por este 18’ en un hábito que se repite cada fin de semana o celebración”, explica Roxana Vega, psicóloga y directora terapéutica del Centro Walnut, especializado en adicciones.
Daniel Pinto, terapeuta de la misma institución, añade: “Las adicciones rara vez aparecen de un día para otro. Se construyen con repeticiones que parecen inofensivas. Cada episodio de consumo descontrolado deja una huella, y con el tiempo el cerebro ya no concibe la diversión sin alcohol. Lo que comenzó como un exceso festivo puede volverse una necesidad diaria”.
Una práctica culturalmente arraigada
En Chile, el 72,5% de los mayores de 18 años declara beber habitualmente, y un 37% admite haber iniciado antes de la mayoría de edad. Aunque el consumo anual promedio ha disminuido cerca de un 30% en la última década, el país se mantiene entre los de mayor ingesta en la OCDE, especialmente en población joven.
El fenómeno del binge drinking —ingesta de grandes cantidades en corto tiempo— es particularmente preocupante. En promedio, los chilenos consumen 55 gramos de alcohol puro en un solo día de exceso, muy por encima de los niveles considerados de bajo riesgo. Este patrón aumenta la probabilidad de accidentes, pero también tiene efectos neurológicos: deterioro cognitivo, alteraciones de memoria, ansiedad, depresión y mayor vulnerabilidad a trastornos por uso de alcohol.
“El consumo de alcohol está tan normalizado que muchas veces se percibe como parte de la identidad nacional. Esa naturalización hace que los riesgos se invisibilicen. No se trata de prohibir, sino de comprender que cada exceso altera el equilibrio cerebral y puede condicionar la vida futura”, sostiene Vega.
El pseudobienestar del alcohol
Los especialistas advierten que el alcohol genera una ilusión de bienestar. “Al inicio hay risas, desinhibición y sensación de control. Pero ese equilibrio es como subirse a un toro mecánico: tarde o temprano llega la caída. Y esa caída no la sufre solo el bebedor: también su familia, que padece las consecuencias emocionales y económicas del alcoholismo”, señala Pinto.
Las secuelas del exceso van más allá de la intoxicación aguda. La evidencia científica muestra impactos en la función hepática, la salud cardiovascular, la cognición y la salud mental. A ello se suman costos sociales como violencia intrafamiliar, ausentismo laboral y menor productividad.
Una amenaza de salud pública
El alcohol es el primer factor de riesgo de muerte y discapacidad en Chile, responsable de más del 12,4% de los años de vida saludable perdidos, el doble de lo que generan la obesidad o la hipertensión. Según datos de Senda, la dependencia alcohólica ocupa el cuarto lugar entre las enfermedades que más carga generan en el mercado laboral a largo plazo.
Desde el punto de vista económico, el gasto asociado al alcohol supera el 1,5% del PIB nacional: más de 1,5 billones de pesos al año destinados a atención médica, accidentes, violencia intrafamiliar y pérdida de productividad.
La Organización Mundial de la Salud estima que el alcohol y otras drogas provocan 2,6 millones de muertes anuales en el mundo. Cerca de 400 millones de personas presentan trastornos relacionados, y más de la mitad vive con dependencia.
Prevenir para celebrar con libertad
“Prevenir no significa prohibir, sino ampliar la idea de bienestar. El organismo tiene mecanismos neuroquímicos naturales —endorfinas, dopamina, oxitocina— que permiten experimentar satisfacción sin recurrir a sustancias. Explorar alternativas de ocio saludable durante Fiestas Patrias también es autocuidado”, propone Pinto.
Los especialistas coinciden en que celebrar con responsabilidad implica medidas simples: alternar bebidas sin alcohol, controlar las cantidades, planificar el transporte y poner el foco en compartir más que en beber.
“En un país donde el brindis acompaña casi cualquier encuentro, el desafío es aprender a celebrar sin que la salud quede en segundo plano. El verdadero sentido del 18 está en reunirse, en la música, en la comida y en la compañía. Y esa libertad de celebrar también implica cuidarse y cuidar a los demás”, concluye Vega (Por: Luis Francisco Sandoval. Agencia Sandoval & Meirovich Comunicaciones).