Controlar efectivamente los factores de riesgo puede reducir las muertes por enfermedades cardiovasculares en Chile

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Controlar efectivamente los factores de riesgo puede reducir las muertes por enfermedades cardiovasculares en Chile

En el marco del Día Mundial del Corazón, organizado cada 29 de septiembre por la Federación Mundial del Corazón, expertos y organizaciones internacionales hacen un llamado a la acción para evitar los millones de muertes prematuras por enfermedades cardiovasculares (ECV) registradas en el mundo y asegurar que todos accedan a prevención, diagnóstico y tratamiento oportunos. 

Las Enfermedades Cardiovasculares —como el infarto de miocardio y el accidente cerebrovascular— siguen siendo la principal causa de fallecimiento a nivel global, con ~19,8 millones de muertes cada año, y un tercio sucede en personas menores de 70 años. El lema de este año es «Cada latido cuenta. No te pierdas nada«. Este lema, que celebra el 25 aniversario de la campaña global, busca enfatizar la importancia de cuidar nuestro corazón para vivir plenamente..

En Chile, las enfermedades cardiovasculares volvieron a ubicarse entre las principales causas de muerte. Solo en 2024 se registraron más de 30 mil muertes por enfermedades del sistema circulatorio, de acuerdo con los registros del Departamento de Estadísticas e Información de Salud (DEIS). Entre los factores que impulsan esta carga, destacan la hipertensión arterial, la obesidad, el tabaquismo, la inactividad física y, de forma muy relevante, la hipercolesterolemia.

Control de la hipercolesterolemia para disminuir el riesgo cardiovascular

El aumento de las cifras de muerte por enfermedad cardiovascular durante los últimos años obedece en gran medida al crecimiento y envejecimiento de la población de América Latina, así como también al incremento de factores de riesgo cardio-metabólicos, como son la presión arterial alta, el colesterol elevado, la diabetes mellitus, la obesidad y el uso de tabaco, indicadores que están presentes en más del 50% de los casos de enfermedad cardiovascular.

El control del colesterol elevado -un enemigo silencioso que daña las arterias y causa la ateroesclerosis, aumentando el riesgo de infarto y accidente cerebrovascular- ha demostrado ser un factor determinante en el manejo de los pacientes, utilizando para esto cambios en el estilo de vida y también estrategias de tratamiento con estatinas o medicamentos combinados con la molécula ezetimiba, que han demostrado clínicamente mejores resultados terapéuticos en pacientes de mayor riesgo, comparado con la monoterapia.

Para el Dr. Rodrigo Alonso, médico internista y Presidente de AterosChile, quien participó recientemente como orador en una jornada de actualización sobre salud cardiovascular organizada por ADIUM Chile, reducir la hipercolesterolemia tiene como objetivo retrasar la aparición de la ateroesclerosis,” ya que es una enfermedad que puede empezar desde edades tempranas, tanto en mujeres como en hombres. Señala que incluso con niveles bajos de colesterol LDL se pueden ver ciertos grados de enfermedad ateroesclerótica, por lo que la hoja de ruta debe ser mantener el colesterol LDL lo más bajo posible y comenzar los controles a edad temprana.

“En América Latina y en Chile se han registrado aumentos significativos en las muertes por enfermedad cardiovascular -superando nuevamente a las muertes por cáncer. Frente a este escenario es urgente estimular en las personas mayores de 40 años el control periódico de sus indicadores de salud, para poder tomar junto a sus médicos decisiones de tratamiento adecuadas, considerando las nuevas opciones actualmente disponibles, como son los medicamentos combinados, que ofrecen mejores resultados terapéuticos, comparados con la monoterapia con estatinas”, indica el Dr. Daniel Franco, Gerente Médico del Área Cardiovascular del Laboratorio Adium. 

Otros factores de riesgo y cómo controlarlos 

Si bien la hipercolesterolemia desempeña un rol central en el desarrollo de la ateroesclerosis y sus complicaciones, no es el único factor que aumenta el riesgo cardiovascular. Existe un conjunto de condiciones prevenibles —como la hipertensión arterial, el tabaquismo, la obesidad y la inactividad física— que actúan de manera conjunta y multiplican las probabilidades de infarto o accidente cerebrovascular. 

Hipertensión arterial: Se define hipertensión arterial como la presión arterial por encima o igual a 130/80 mmHG y es uno de los principales factores de riesgo para muertes por enfermedades cardiovasculares. Afecta aproximadamente al 35% de la población de 30–70 años en las Américas y muchas personas no saben que la padecen, pues no presenta síntomas. Controlarla puede evitar muertes y discapacidad, siendo la reducción del consumo de sal y tabaco las medidas más efectivas para su disminución. 

Tabaquismo: El consumo de tabaco es un factor de riesgo importante para las enfermedades cardiovasculares, ya que el humo del tabaco es una mezcla que contiene aproximadamente 5.000 substancias químicas, siendo el monóxido de carbono (CO) y la nicotina las dos moléculas más directamente relacionadas con la aparición de las complicaciones circulatorias. La nicotina, en particular, afecta el sistema cardiovascular generando un estado de hipercoagulación, aumentando el trabajo cardíaco, alterando el metabolismo de los lípidos, entre otros efectos nocivos.

Obesidad y sobrepeso: Se estima que la mitad del riesgo de desarrollo de enfermedad cardiovascular asociado con la obesidad está relacionada con sus efectos sobre los niveles de factores de riesgo metabólicos, como presión arterial, colesterol y glucosa. De esta manera, tener un índice de masa corporal (IMC) superior a 25 kg/m² corresponde a sobrepeso y un IMC superior de 30 Kg/m2 es constitutivo de obesidad, la cual se asocia con un riesgo relativo de enfermedad cardiovascular un 46 % mayor en hombres y 64 % mayor en mujeres.

Inactividad física: Las personas con actividad física insuficiente enfrentan un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, en comparación con quienes realizan al menos 30 minutos de actividad física de intensidad moderada. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que los adultos deben realizar semanalmente 150 minutos de actividad física de intensidad moderada o 75 minutos de actividad física de intensidad vigorosa, para beneficiarse de la reducción del riesgo de enfermedades no transmisibles y mejorar su salud y bienestar.

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Equipo Prensa
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