Arquitectura para la vida: cómo diseñar ciudades que cuidan la salud y el medioambiente

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Arquitectura para la vida: cómo diseñar ciudades que cuidan la salud y el medioambiente

La académica de Arquitectura UCSC, Daniela Velozo, plantea que proyectar espacios urbanos sostenibles es un desafío ético y social que impacta directamente en la equidad, el bienestar y la calidad de vida de las personas.

Al margen del Día Mundial de la Salud Ambiental, la reflexión sobre cómo proyectar ciudades que velen por el bienestar humano y la naturaleza cobra más relevancia que nunca. Para Daniela Velozo, académica de la Carrera de Arquitectura de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, la arquitectura es mucho más que diseñar edificios: es planificar cómo vivimos, nos movemos y nos relacionamos con el entorno. “Una planificación que promueva barrios integrados, con acceso a áreas verdes y buena conectividad, reduce la necesidad de desplazamientos y, con ello, las emisiones asociadas al uso de combustibles fósiles”, afirma la arquitecta.

La especialista de la UCSC recalca que un diseño adecuado de la vivienda, con orientación, ventilación y aislamiento eficientes, permite disminuir el consumo energético sin sacrificar confort, una condición clave frente a la pobreza energética, que afecta a hogares que no logran costear calefacción, refrigeración, ni mantener condiciones térmicas adecuadas. “Mejorar la envolvente térmica, acercar la vivienda a servicios y transporte público, e incorporar control solar son medidas que reducen la carga energética del hogar, alivian el gasto mensual y aportan equidad y salud a las familias”, agrega.

Para Velozo, hablar de sustentabilidad en arquitectura es también hablar de ética. Cada decisión, desde la escala urbana hasta la elección de materiales, tiene un impacto social. “El primer frente es la pobreza energética: orientar bien, aislar mejor y controlar el sol permite confort térmico con menos gasto mensual, en especial en vivienda social”, sostiene.

La académica advierte que las llamadas “mejoras verdes” deben realizarse con resguardo social. Parques, ciclovías o proyectos de renovación urbana no pueden significar la expulsión de quienes ya habitan esos barrios. Además, urge avanzar en movilidad de proximidad, drenaje urbano sostenible, reutilización de agua y vegetación nativa, evitando urbanizar zonas de riesgo como áreas inundables o de remoción en masa.

Otro aspecto clave es considerar el ciclo de vida del carbono, con medidas como la construcción con madera certificada, la reutilización de materiales, la industrialización y el uso de herramientas digitales como Modelado de Información de Construcción (BIM), para anticipar comportamientos energéticos. Pero la experta también subraya que la resistencia al cambio, tanto de empresas como de usuarios, sigue siendo un desafío transversal.

“No hace falta esperar la norma perfecta: fijemos metas medibles y documentemos resultados. Bien hecha, la arquitectura reduce desigualdades y hace más habitable la ciudad”, enfatiza.

La académica recalca que la arquitectura, cuando se proyecta con visión sostenible, puede transformarse en una “política pública silenciosa” que actúa en beneficio de la sociedad, incluso desde las acciones más simples. “Desenchufar artefactos cuando no se usan, ventilar para evitar hongos y enfermedades respiratorias o plantar áreas verdes para mitigar islas de calor son ejemplos concretos que mejoran la salud ambiental de las comunidades”.

Velozo valora iniciativas como la Aldea Laudato Si’, inspirada en la encíclica del Papa Francisco, que invita a hogares, instituciones y ciudades a un itinerario de siete años con objetivos medibles en eficiencia energética, movilidad sostenible, cuidado del agua y biodiversidad. “Esta iniciativa acerca el desafío de la sostenibilidad a cada persona, desde la casa hasta la ciudad, y deja claro que la responsabilidad es compartida entre políticas públicas, empresas y ciudadanía”, explica.

Para finalizar, la arquitecta destaca iniciativas a nivel local e internacional, como la red de ciclovías de Concepción y la recuperación de humedales y lagunas urbanas, como Lo Méndez. “Estos bordes renovados mejoran el microclima, mitigan islas de calor, ofrecen educación ambiental y devuelven un espacio público cercano y seguro”, señala.

En el plano internacional, resalta el proyecto CopenHill en Copenhague, una planta de valorización energética que incorpora pista de ski, senderos y muro de escalada. “Más que un gesto espectacular, es un argumento: la infraestructura que normalmente escondemos puede volverse espacio cívico y pedagógico. Es una invitación a repensar nuestras propias infraestructuras urbanas en clave de bienestar y comunidad”, finaliza la especialista.

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Equipo Prensa
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