En Chile, el cáncer de mama es la primera causa de muerte por cáncer en mujeres. Aun así, cuando se detecta a tiempo, la probabilidad de tratamiento exitoso es alta.
El llamado es claro: prevenir, informarse y actuar. “Prevenir salva vidas”, enfatiza Francia Rivera Droguett, académica de la Facultad de Enfermería de la Universidad Andrés Bello, sede Viña del Mar. “La clave está en llegar antes que la enfermedad avance”, dice.
La evidencia es consistente: mientras más temprano se diagnostica, mejores son los resultados clínicos y la sobrevida. En esa línea, Rivera sostiene que la prevención no solo consiste en evitar que la patología aparezca, sino también en identificar señales de alerta de forma oportuna. “La prevención no es un concepto pasivo; es una conducta activa y sostenida. Implica conocerse, controlarse y acudir a la mamografía en los tiempos recomendados”, explica.
¿Qué hacer, concretamente?
Las recomendaciones son claras y aplicables en la vida diaria:
Autoexploración mamaria mensual: “La autoexploración te ayuda a reconocer cambios del propio cuerpo y detectar anomalías palpables. Es un hábito sencillo, pero potentísimo”, afirma Rivera. Idealmente debe realizarse pocos días después de la menstruación, frente a un espejo y con palpación sistemática.
Controles médicos periódicos: especialmente en mujeres mayores de 40 años o con antecedentes familiares. “Los controles permiten integrar tu historia clínica, tus factores de riesgo y definir la periodicidad de los estudios”, agrega.
Mamografías preventivas: anuales desde los 40 años, o antes cuando existen factores de riesgo. “La mamografía sigue siendo el estándar de oro para la detección precoz; no la postergues por agenda o temor”, enfatiza.
Estilo de vida saludable: mantener un peso adecuado, realizar actividad física, evitar el consumo excesivo de alcohol y no fumar. “Cuidar el cuerpo desde lo cotidiano —alimentación, ejercicio, descanso— reduce el riesgo y mejora tu respuesta ante cualquier tratamiento”, complementa la académica.
Más que un diagnóstico
El cáncer de mama no solo toca la biología: tensiona la vida emocional, laboral y familiar. “No afecta únicamente al tejido mamario; atraviesa la autoestima, los vínculos y la salud mental”, advierte Rivera. Por eso, el abordaje integral —que combine equipo médico, apoyo psicológico y redes de acompañamiento— resulta esencial. “Hablar sin tabúes, educar a la comunidad y fortalecer las redes de apoyo disminuye el aislamiento y mejora la adherencia terapéutica”, añade.
“Cuando una mujer se siente acompañada, consulta antes, se adhiere mejor a los tratamientos y transita el proceso con mayor bienestar”, dice Rivera.
Derribar barreras y mitos
Entre los obstáculos frecuentes están el miedo al examen, la desinformación y la postergación por responsabilidades laborales o de cuidado. “El temor no puede vencer a la prevención. La mamografía es rápida, segura y puede cambiar el curso de tu historia”, señala la académica. Otro mito habitual es pensar que, si no hay dolor, no hay problema. “El cáncer de mama en etapas iniciales suele no doler. Por eso, esperar una señal evidente es un error”, advierte.
Asimismo, creer que el autoexamen reemplaza a la mamografía es una confusión peligrosa. “El autoexamen complementa, no sustituye. Es una herramienta para conocer el cuerpo, pero el estudio imagenológico es imprescindible”, precisa Rivera.
La ruta de acción es concreta y alcanzable: autoexamen mensual, control clínico periódico y mamografía a tiempo. “El mejor momento para cuidarte es hoy. Agenda tu mamografía, conversa con tu equipo de salud y comparte la información con otras mujeres”, invita Rivera. “Cuidarnos también es un acto de amor —con nosotras mismas y con quienes nos rodean—”, concluye.
























