En una era marcada por las redes sociales y la inmediatez digital, cada vez más personas experimentan una sensación persistente de que algo importante está ocurriendo y no están siendo parte de ello. Este fenómeno, conocido como FOMO (Fear of Missing Out) o miedo a quedarse fuera, ha ganado visibilidad en los últimos años, especialmente entre adolescentes y adultos jóvenes.
“El FOMO es la vivencia de estarse perdiendo de algo, no vivenciar en primera persona alguna situación en la que podríamos estar”, explica Cristián Rodríguez, académico de la Universidad de los Andes. “Existe un proceso natural de comparación social con el que calibramos el significado de nuestras propias vivencias. El problema surge cuando las oportunidades de comparación son constantes y muy vívidas – como se muestran en redes sociales”, agrega.
Y, sin dudas, las redes sociales son uno de los principales factores que fomentan el FOMO. Plataformas como Instagram, TikTok o X muestran una versión editada y altamente positiva de la realidad, lo que alimenta la percepción de que los demás llevan una vida más plena o interesante.
“La dinámica propia de las redes puede convertir el FOMO en un loop constante: posts con mayor contenido emocional y mejor valorado por nuestro entorno digital va a ser más recurrente en nuestros feeds. Y se nos olvida que lo que vemos no representa la realidad, sino una versión hipercurada y microajustada a nuestras propias tendencias”, comenta el académico de Psicología Uandes.
El FOMO puede manifestarse de múltiples formas: dificultad para desconectarse del teléfono, irritabilidad cuando se pierde una actividad, insomnio por revisar redes antes de dormir o baja autoestima por comparación social. Diversos estudios han vinculado este fenómeno con mayores niveles de ansiedad, depresión y estrés, además de un deterioro en la concentración y el bienestar general.
“En estricto rigor, sentir FOMO es una buena señal: indica que tenemos afinidad por un grupo, que nos gustaría estar ahí y nos duele no poder hacerlo. La cosa es complicada cuando se vuelve una sensación constante de malestar y un desprecio por las situaciones reales que nos toca vivir”, añade Cristián Rodríguez.
Aunque suele asociarse con efectos negativos, el FOMO también puede tener un costado constructivo. En pequeñas dosis, puede funcionar como un motivador social, impulsando a las personas a buscar nuevas experiencias, fortalecer vínculos o salir de la rutina.
“El FOMO funciona porque se nos olvida que las redes son una ilusión de la realidad. Cuando tomamos conciencia de esto, podemos sentirnos con mayor libertad para la toma de decisiones y vivir con una distancia saludable de las redes”, concluye el académico de la Escuela de Psicología de la Universidad de los Andes.
























