NOVIEMBRE, 2025.- Es un hecho que en Chile, la población está envejeciendo a un ritmo acelerado: hoy, casi uno de cada cinco habitantes tiene más de 60 años. Y aunque la presencia de las personas mayores en el mercado laboral ha crecido —pasó de cerca del 8% en 2010 a más del 12% en 2024—, las oportunidades reales siguen siendo escasas y muchas veces informales. En regiones como Biobío, por ejemplo, casi la mitad de quienes siguen trabajando después de los 60 lo hacen sin contrato. Aun así, las ganas de este segmento por mantenerse activos no decae: el Instituto de Seguridad Laboral calcula que alrededor de un 31,8 % de este grupo continúa participando en el mercado del trabajo, empujado por una mezcla de necesidad económica, deseo de independencia y búsqueda de sentido.

En medio de este escenario surge una experiencia que rompe el molde: la política de inclusión laboral de CGS Chile. En una industria marcada tradicionalmente por la alta rotación y la juventud de sus equipos, la compañía de contact center ha logrado algo distinto. Hoy, cerca de cien de sus 1.728 colaboradores —el 5 % de la dotación— son mayores de 60 años, una cifra que destaca en un país donde la presencia de trabajadores senior en empresas privadas rara vez supera los dígitos mínimos. No solo se trata de un número: el 72% de ese grupo son mujeres, muchas de ellas jefas de hogar; casi todas cumplen funciones de atención telefónica o soporte administrativo, en modalidades híbridas o completamente remotas lo que les permiten compatibilizar salud, familia y trabajo.

Pablo Rossel, CEO de la empresa, suele decir que “la experiencia acumulada es un activo que no se enseña en un curso”, y esa convicción se refleja en cómo se organizan sus equipos. Para Rossel, los colaboradores mayores aportan estabilidad, compromiso y una perspectiva única: “funcionan como un puente entre generaciones, fortalecen la cultura y hacen más resiliente al equipo”. Reflejando que no es un discurso de responsabilidad social: es una decisión estratégica.

La experiencia de Pedro Vergara (76 años), lo ejemplifica bien. Su trayectoria incluye décadas en informática, seguridad y soporte operativo. Cuando llegó a CGS, encontró un espacio donde seguir contribuyendo sin que su edad fuese un obstáculo. “Traspaso lo que sé, lo vivido”, comenta. Le enorgullece que su aporte no sea solo técnico, sino humano: ayudar a colegas más jóvenes a resolver situaciones que para él ya son terreno conocido. Aunque la tecnología avanza rápido, Pedro afirma que no le teme al aprendizaje. “Si algo cambia, lo aprendo. Me gusta seguir vigente”.

También está el caso de Fernando Fuentealba (73 años), abogado y colaborador histórico de la compañía. Con años de trayectoria, asegura que el principal valor que aporta es la capacidad de anticiparse. “La experiencia ayuda a resolver problemas que ya se han vivido”, comenta. Para él, seguir en CGS no es solo trabajo: es mantenerse conectado, útil y reconocido.

Sonia Figueroa, en tanto, llegó a la empresa después de una larga carrera en el Poder Judicial. A sus 72 años, CGS le permitió reinventarse laboralmente en un contexto donde su salud —sufre de diabetes e hipertensión— hacía difícil pensar en empleos presenciales o de alta exigencia física. El teletrabajo le abrió una vía para recuperar autonomía e ingresos propios. Ella también destaca el apoyo intergeneracional: “mis compañeros jóvenes me explican herramientas nuevas y eso me mantiene activa”. Su historia refleja algo que miles de personas mayores sienten en silencio: que la inclusión laboral no solo entrega estabilidad económica, sino también dignidad, pertenencia y salud mental.

A diferencia de otras industrias donde las oportunidades para trabajadores senior son más bien marginales, los contact centers se han convertido en una puerta real y escalable para incorporar talento mayor. En CGS, casi la mitad de los colaboradores senior trabaja en servicios de salud; otra parte, en servicios financieros, estatales, retail y ventas. La antigüedad promedio de estos trabajadores supera los ocho años, y algunos llevan más de dos décadas en la organización. Es decir, no están ahí para “completar planilla”: están porque funcionan, rinden y aportan.

La experiencia de CGS muestra que la inclusión laboral de personas mayores no es un gesto simbólico, sino un camino posible y beneficioso. En un país donde el envejecimiento avanza rápido y la informalidad golpea con más fuerza justamente a quienes más necesitan estabilidad, ejemplos como este son clave para repensar el mercado laboral. La evidencia —y las historias de Pedro, Fernando y Sonia— demuestran que el talento senior no solo es valioso: es indispensable. Y que cuando se abren espacios reales para integrarlo, la ganancia es colectiva.

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Equipo Prensa
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