• Más que una necesidad fisiológica, la alimentación es la base sobre la cual se construye el desarrollo humano. Comer suficiente, seguro y nutritivo determina el crecimiento de un niño sano, una educación en igualdad de condiciones, una adultez más productiva y una vejez más digna. Sin embargo, en Chile esta condición elemental no está disponible para todos.

 

Según la encuesta Casen 2022, el 18,9% de los hogares del país vive algún grado de inseguridad alimentaria. Detrás de esa cifra hay cientos de miles de familias que no logran acceder de manera estable a alimentos suficientes o de calidad.

 

Las causas son diversas: el aumento sostenido del costo de la canasta básica (que hoy bordea los 70.000 pesos por persona); las desigualdades territoriales que encarecen los productos en zonas rurales y periféricas; la falta de educación alimentaria que limita la planificación de dietas saludables, entre otras razones. A ello se suma un desafío normativo: aún falta avanzar en reglamentos e incentivos que promuevan la entrega de los alimentos antes de que estos se transformen en desperdicio.

 

Los impactos de la inseguridad alimentaria no afectan a todos por igual. En un país que envejece aceleradamente –hoy existen 79 personas mayores de 65 años por cada 100 niñas y niños–, los extremos de la vida merecen especial atención. Equidad intergeneracional: niñas, niños y personas mayores son quienes menos poder tienen para resolver por sí mismos la falta de alimentos, y requieren respuestas específicas y adaptadas a sus necesidades. Esta realidad obliga a diseñar una oferta social y alimentaria que contemple la diversidad etaria y las vulnerabilidades de cada grupo.

 

Desde Red de Alimentos intentamos aportar esta problemática desde una mirada integral.

 

Hace quince años conectamos a las empresas con la sociedad civil y con quienes más necesitan; recibimos productos donados y rescatados, y los  redistribuimos. Una Red que cada día aumenta. Más de 240 empresas y 1.700 puntos de entrega forman parte de ella,  permitiendo que alimentos y productos de higiene lleguen de forma trazable, segura y digna a miles personas cada día. Nuestros canales (las Despensas Sociales que atienden adultos mayores, el centro de distribución en San Bernardo desde donde entregamos a distintas organizaciones sociales y el retiro directo en tiendas) permiten que más de 230.000 personas accedan cada año a alimentos que transforman su cotidianidad y su salud.

 

Cada kilo es una oportunidad para conectar necesidad con oportunidad, y para demostrar que la solidaridad puede ser también un modelo de gestión eficiente y sostenible. La acción sostenida y colaborativa de todos los actores de la sociedad resultan clave para asegurar que la alimentación colabore en mejorar la calidad de vida de los chilenos.

 

Pero el hambre no se resolverá solo con buena voluntad. Requiere innovación, tecnología y una convicción compartida. Por eso, desde Red de Alimentos, también impulsamos el rescate agrícola recuperando frutas y verduras frescas directamente del campo; fortalecemos nuestra plataforma tecnológica para optimizar la entrega y la trazabilidad; así como también promovemos la educación alimentaria como herramienta de transformación social. Y es que transformar los sistemas alimentarios requiere de toda esta gran coordinación basada en la colaboración y la conciencia.

 

El Día Mundial de la Alimentación nos recuerda que garantizar una buena nutrición no es llenar un plato: es construir una sociedad más justa. Frente a la inseguridad alimentaria, que golpea a más de 2.300 millones de personas en el planeta, la colaboración entre Estado, empresas y sociedad civil es una urgencia. Solo trabajando mano a mano podremos asegurar que en Chile nadie se quede sin una comida digna y nutritiva.

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Equipo Prensa
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