Ante el informe de la OMS, el toxicólogo Fernando Torres, director de la Escuela de Química y Farmacia UNAB, advierte sobre el aumento de bacterias resistentes y llama a fortalecer la vigilancia, regulación y educación pública respecto al uso de antibióticos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) encendió una nueva alarma: la resistencia a los antibióticos se ha generalizado en todo el mundo, afectando incluso a medicamentos de uso habitual. Según el último informe global, en 2023 una de cada seis infecciones bacterianas confirmadas fue resistente, y la cifra ha crecido más del 40% desde 2018.
Frente a este escenario, Fernando Torres, toxicólogo y director de la Escuela de Química y Farmacia de la Universidad Andrés Bello (UNAB), advierte que se trata de un problema sanitario que “amenaza directamente la efectividad de los tratamientos médicos”.
“La resistencia a los antibióticos es la capacidad que adquieren las bacterias para sobrevivir a uno o varios antibióticos que antes podían eliminarlas. Esto ocurre por mutaciones o genes adquiridos que luego se transmiten entre bacterias”, explica Torres.
El académico detalla que, cuando esto ocurre, “infecciones que antes se trataban fácilmente pasan a requerir fármacos más potentes, más caros o incluso sin tratamiento eficaz”, lo que aumenta los costos hospitalarios y la mortalidad asociada.
El mal uso de los antibióticos
Entre los mecanismos de resistencia más frecuentes, el especialista menciona la inactivación del fármaco, la alteración del blanco donde actúa el antibiótico, la reducción de la permeabilidad bacteriana y las llamadas “bombas de expulsión”, que eliminan el medicamento de la célula.
Pero no se trata solo de un fenómeno biológico. Detrás del aumento de la resistencia hay causas humanas y estructurales. “El uso excesivo y el mal uso de antibióticos, tanto en salud humana como en la agricultura, junto a la automedicación y la falta de diagnóstico microbiológico, son factores que han acelerado el problema”, señala Torres.
La advertencia de la OMS apunta especialmente al avance de bacterias gram negativas críticas, como Klebsiella pneumoniae, Escherichia coli, Acinetobacter baumannii y Pseudomonas aeruginosa, además de patógenos como Staphylococcus aureus y Mycobacterium tuberculosis, todos con niveles de resistencia preocupantes.
Desarrollar nuevos antibióticos, agrega Torres, “es técnicamente posible, pero enfrenta un fuerte desincentivo económico”.
“Los antibióticos nuevos se usan con menos frecuencia y no generan ingresos sostenibles, por lo que la industria farmacéutica se desincentiva en su producción. A eso se suman los altos costos de los ensayos clínicos y las complejidades regulatorias”, comenta.
Chile avanza en vigilancia, pero aún hay brechas por cubrir
En el caso de Chile, el especialista reconoce avances importantes: “contamos con programas de optimización del uso de antimicrobianos (PROA) y una red de laboratorios clínicos que fortalece la vigilancia. Sin embargo, aún debemos ampliar la cobertura regional, integrar datos clínicos y ambientales, y mejorar el diagnóstico rápido en atención primaria”.
Torres enfatiza que la solución debe ser global y coordinada. “La resistencia a los antibióticos es una amenaza real y creciente. La respuesta requiere vigilancia robusta, uso racional de medicamentos, control de infecciones, inversión en diagnóstico y modelos económicos que reactiven la innovación farmacéutica”, concluye.